Campo
espiritual con buena tierra
«Pero parte
cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a
treinta por uno.» Mateo 13:8
Pedro y
Pablo creyeron en Cristo y en su palabra, creyeron que, si Cristo decía que
ellos eran renovados, entonces esto era cierto y debían comenzar a vivir
conforme a tal renovación (1 Corintios 6:11). Ahora, ¿nosotros creemos esto,
que ya hemos sido lavados, santificados, justificados y que ya somos como esa
buena tierra que puede dar fruto? Si ya hemos sido renovados por nuestra fe en
Jesucristo, entonces debemos entender que desde el mismo momento en el que le
recibimos somos como esa buena tierra que da fruto, cuál a ciento, cuál a
sesenta y cuál a treinta por uno; el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23)
Nuestra vida
debería estar llena del fruto del Espíritu Santo, como la de Jesús, quien vivía
dando fruto a los que le rodeaban y esto era notable, no tenía que dibujar o
graficar cómo estaba su campo espiritual, porque era evidente; muchos lo
admiraban por su integridad y autoridad pues Él no solo era de los que hablaba
del amor, gozo, paz, y de todo el fruto que lo compone, sino que también lo
demostraba, más que expresar palabras VIVÍA conforme a este fruto. Su campo
espiritual me lo imagino como un campo espectacular, lleno de miles de árboles
frondosos, con pastos delicados, fuentes de agua, montañas grandes, diversas
flores, un campo espiritual lleno de fruto.
Ahora, ¿Cómo
está nuestro campo espiritual? Seguro es difícil plasmarlo de manera objetiva y
realista pues pensaremos que tenemos el mejor, pero la palabra dice que: «Por
sus frutos los conoceréis.» (Mateo 7:16a) pues esos frutos no se pueden
camuflar, ni disfrazar, son evidentes en: Nuestras palabras (Lucas 6:45),
pensamientos (Proverbios 23:7ª), gestos o expresiones (Proverbios 15:13a), y
por supuesto en nuestras acciones (Mateo 7:18).
Hermanos,
recordemos que por la obra de Jesús ya somos una buena tierra, solo permitámosle
a nuestro sembrador (Jesús) que siga
depositando su palabra en nosotros. Oración.
«Señor,
gracias por renovarme y darme un nuevo corazón, ese corazón es como esa tierra
fértil que al momento de recibir tu palabra produce un fruto abundante, que
permanece para siempre.
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