Y no nos metas en tentación
“Y no nos
metas en tentación, más líbranos del mal”. Mateo 6: 13a
“Velad y
orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto,
pero la carne es débil”. Mateo 26:41
“No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 corintios
10:13
La oración
modelo de Jesús nos enseña que debemos orar para no caer en tentación, quien
busca sinceramente el perdón de sus pecados se esfuerza por no volver a pecar.
Sin embargo, somos conscientes que tenemos una lucha espiritual en nuestro
interior, una batalla entre la naturaleza de pecado y el Espíritu de Dios que
mora en nosotros. Pablo lo expresa de esta manera en Romanos 7: 18-20: “Y yo sé
que, en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien
está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal
que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el
pecado que mora en mí”.
El mismo
Señor Jesucristo instó a sus discípulos a “velar y orar” para no entrar en
tentación. Reconozcamos que nuestra carne es débil, aunque nuestro espíritu
esté dispuesto, como lo dice Mateo 26:41. Ciertamente si Pedro hubiera orado
cuando Jesús se lo pidió en Getsemaní, se habría fortalecido para no caer en la
tentación que hizo que lo negara tres veces. La oración nos lleva a no ser
inducidos, ni arrastrados por nuestra propia voluntad a la tentación. La
palabra empleada “no nos metas”, es una súplica por apoyo al estar bajo la
tentación, para que el Señor nos de la salida. Veamos 1 Corintios 10:13 “No os
ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no
os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.
Algunas
circunstancias de nuestra vida, siempre pondrán a prueba nuestra fe, tenemos
que reconocer que nuestra naturaleza humana es vulnerable y esta petición es
una expresión humilde de nuestra desconfianza en nosotros mismos, necesitamos
orar para no ceder a la tentación que nos presentan los tres enemigos del
cristiano: la carne, el mundo y Satanás. Jesús no está sugiriendo que Dios nos
guía hacia la tentación. Simplemente está pidiendo que seamos librados del
enemigo de nuestras almas y sus engaños. Todos enfrentamos tentaciones, algunas
veces es tan sutil que inclusive no sabemos qué nos está pasando, por eso
siempre debemos estar alertas, la palabra “velar” implica esto.
Velad y
orad, son imperativos en tiempo presente que denotan acción continua. El que
vela y ora en forma continua descubre que aun cuando la carne es débil, el
espíritu y la voluntad se imponen con fuerza y le asegura la firmeza cuando se
enfrenta a pruebas y le ayudan a permanecer estable moralmente ante las
tentaciones.
Recordemos
que no estamos solos en esta lucha espiritual, tenemos al Espíritu Santo, con
su poder santificador, que nos redarguye de pecado, justicia y juicio, para que
no caigamos y nos recuerda nuestra nueva vida en Cristo. Pablo nos dice en
Romanos 7:24-25 “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la
mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado”. Cuando uno
dirige su vida mediante la unión con Cristo, ya no lo hace por obediencia a un
código de ley escrita que de hecho despierta el deseo de pecar, sino por la
lealtad a Jesucristo en lo íntimo del espíritu y del corazón por el amor hacia
Él. Oración.
«Amado
Padre, permíteme permanecer en ti y en tu Palabra para que mi vida espiritual
se fortalezca interiormente y pueda siempre estar alerta ante las tentaciones
que enfrento a diario, en mi carne, en el mundo y frente a los engaños de
Satanás. Quiero guardar de tal manera tu Palabra en mi corazón, para no pecar
contra ti, lléname de tu Santo Espíritu porque sé que no es en mis fuerzas que
podré resistir la tentación, sino con el poder santificador de tu Presencia. En
el nombre de Jesús, amén.
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