La gracia
triunfa sobre el juicio
“Entonces
los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y
poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el
acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero
Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como
insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin
pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo
hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados
por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose
Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Juan 8: 3-11
Los fariseos
y escribas frustrados porque no tenían nada en contra de Jesús para acusarlo y
así poder juzgarlo, le llevan a una mujer sorprendida en adulterio. Según la
ley, ellos decían que Moisés los mandó a apedrear a los adúlteros, miremos
Deuteronomio 22:22: “Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada
con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer
también; así quitarás el mal de Israel”. La pregunta es ¿por qué sólo llevaron
a la mujer para enjuiciarla?
El caso es
que era una trampa; esperaban confundir a Jesús con respecto a la respuesta que
diera a su pregunta: “tú pues, ¿qué dices?”; si Él decía apedréenla, lo
acusarían de matarla, porque no era juez y si la defendía lo tacharían de
condescendiente con la inmoralidad sexual. La verdad es que eran unos
hipócritas astutos tentando al Señor, y aunque los escuchó y le insistían
preguntándole, se agacho a escribir con su dedo en la arena, aparentemente
ignorándolos.
Finalmente
se enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en
arrojar la piedra contra ella”, en otras palabras: “aquel cuya conciencia le
absuelva de cualquier pecado, arroje la primera piedra…” Fueron sorprendidos
por su inteligencia, ahora el objeto de acusación se volvió hacia ellos y Jesús
se inclinó nuevamente a escribir en tierra, era evidente que estaba dándole a
los acusadores una oportunidad para irse sin que Él los viera y evitar así su
vergüenza. Jesús hizo que fueran redargüidos en su conciencia, y fueron
saliendo uno tras otro. La trampa para Jesús se volvió en su contra, quedaron
expuestos ellos mismos a la vergüenza pública, lo que querían hacer con la
mujer.
Es muy fácil
caer en la tentación de juzgar a otros, antes de mirarnos a nosotros mismos,
como nos recuerda Lucas 6:41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu
hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”
Jesús tiene
todo el derecho de juzgar porque es Dios, sin embargo, Jesús restaura la vida
de esa mujer cuando le dice: “¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te
condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno;
vete, y no peques más”. ¡Qué ternura y gracia inimitables!, con ese acto de
amor inagotable esa mujer fue traída a la convicción de pecado, a la admiración
por el que la liberó de él y a ese llamamiento a empezar una vida nueva.
Este es un
momento para pensar un poco antes de lanzar una piedra contra alguien,
deberíamos reconocer nuestras propias faltas y mirar a aquellos que están
perdidos en el mundo con más compasión y misericordia. Santiago 2:13 dice:
“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia;
y la misericordia triunfa sobre el juicio”.
El Señor no
nos dejó un mensaje en la arena, lo hizo en la cruz, no lo escribió con su dedo
sino con su sangre preciosa que derramó por cada uno de nosotros para
declararnos “justos”. Esa es la gracia triunfando sobre el juicio. Alguna vez
nos hemos preguntado ¿cómo reacciona Jesús frente a nuestro pecado?, sé qué
cómo con esa mujer, nos diría: “tampoco yo te condeno, vete y no vuelvas a pecar”
Oración.
«Amado
Jesús, tu gracia me envuelve de manera incontenible ante tu inagotable amor. Al
leer tu Palabra y ver tu misericordia sobre mi vida, te doy gracias, porque
derramaste tu preciosa sangre en una cruz para darme perdón de pecados,
libertad y una nueva vida. Lléname de tu Santo Espíritu para abundar en gracia,
en misericordia y compasión por los demás, porque no soy quién para juzgar a
otros. En el nombre de Jesús, amén.
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