Jesús es nuestro templo
“Y los
judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y
tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo. Por
tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que
había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.”
Juan 2:18-22
“El Dios que
hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la
tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,” Hechos 17:24
El templo,
que en el tiempo de Jesús y antes de Él, era principalmente conocido y
destinado como un lugar sagrado para el encuentro con el Padre y su adoración,
es el mismo del cual Jesús dice que lo destruyan y en tres días Él lo vuelve a
levantar. Sin embargo, es claro que aquí el Señor no se está refiriendo a un
tema literal, sino mejor a un simbolismo, pues dice que aquel templo sería su
mismo cuerpo. Y es que, cuando Jesús murió y resucitó al tercer día, fue
quitada completa y radicalmente la antigua y primera manera para acercarse a
Dios y adorarlo (hebreos 10:8-9).
En su
conversación con la mujer samaritana, ella le pregunta dónde es el lugar
correcto para adorar a Dios, porque unos decían que, en el monte, y otros que
en Jerusalén (lugar donde se encontraba el templo), pero la respuesta del Señor
Jesús fue que se aproximaba la hora en que ni en uno ni otro lugar se debía
adorar, sino que el lugar y la manera correcta era hacerlo en espíritu y en
verdad, pues dice: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en
verdad es necesario que adoren.” Juan 4:24.
Ahora bien,
para que nosotros lo podamos realizar de esta forma, es esencial que entendamos
que Dios ya no habita en templos hechos por manos humanas, sino que, ha sido
Jesucristo el punto señalado para que cualquiera que se quiera encontrar con
Dios lo pueda hacer, “porque por medio de él los unos y los otros tenemos
entrada por un mismo Espíritu al Padre.” Efesios 2:18. Así que, queridos
hermanos, el único templo donde ciertamente podemos encontrar a nuestro Padre,
es Jesucristo mismo, porque en él habita corporalmente toda la plenitud de
Dios, (Colosenses 2:9). Y es por su Espíritu que en nosotros vive, que donde
quiera que nos encontremos le podemos adorar verdaderamente. Oración.
«Padre Dios,
qué bendecido y lleno de gracia soy, por el hecho de cerrar la puerta de mi
habitación y ahí a solas en comunión con tu Espíritu y por medio de tu amado
Hijo, poder encontrarnos Tú y yo; eres todo lo que necesito, Señor, amén.
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