Resurrección,
sinónimo de esperanza y propósito
“Pasado el
día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María
Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque
un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se
sentó sobre ella. […] Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis
vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está
aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el
Señor.” Mateo 28: 1-2, 5-6
“Pero los
once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y
cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les
habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto,
id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén.” Mateo 28:16-20
La
resurrección es el hecho crucial de la fe de los creyentes, pues sin esta
nuestra fe y predicación serían vanas; como lo dice la Escritura, aún
estaríamos en nuestros pecados (1 Corintios 15:14); pero gracias sean dadas a
Dios porque resucitó a nuestro Señor de entre los muertos, dándonos con ello la
certeza de que todos nuestros pecados han sido perdonados, de que hemos sido
limpiados y que por su sangre ahora tenemos paz con Dios y libre acceso a su
presencia.
Sin embargo,
esto no termina aquí, porque así como el hecho de la resurrección trae gran
alegría y esperanza a nuestra alma, también trae consigo un firme y eterno
propósito para nuestra vida mientras estamos en este cuerpo. Propósito que,
como reiteran los cuatro evangelios cuando hablan acerca de la resurrección del
Señor, consiste en que cada persona que crea verdaderamente en el reinado de
Cristo y su Deidad debe, en el poder del Espíritu Santo, compartir las buenas
noticias del Reino de los cielos con toda persona y en todo lugar.
Y es que de
la misma manera que tenemos la seguridad de que hemos sido salvos, debemos
creer que por la fe el Espíritu Santo habita en nosotros, y no solo esto, sino
que también afirma la Escritura que el mismo poder que levantó a Jesús de los
muertos es el que fortalece nuestro ser interior y nos empodera para que con
diligencia y fervor cumplamos con la misión que Jesucristo nos encomendó una
vez que resucitó (Romanos 8:11, Efesios 3:16, Hechos 1:8). Así que, amado
hermano, es momento de levantarnos de nuestra ignorancia, pereza o temor y
apropiarnos por fe de la verdad y el propósito que nuestro Señor nos regaló. Oración.
«Padre
bueno, por medio de Jesucristo me rescataste y me diste nueva vida; en la cruz
quedaron todos mis fracasos, mis inseguridades, mis vacíos y en general mi
pecado. Gracias porque ahora mi esperanza está en Jesús y mi vida direccionada
por su voz, gracias amoroso Dios, amén.
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