Un fuego en mi corazón
“Y también
todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución”. 2 Timoteo 3:12
“Me
sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste;
cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces
hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová
me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él,
ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego
ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”. Jeremías 20:7-9
Si queremos
seguir y servir a Cristo, entonces nuestra vida debe ser como la que Él
llevaba. Debemos prepararnos para ser perseguidos, pues ser cristianos es nadar
contra la corriente de este mundo, de sus filosofías y huecas sutilezas. Nunca
ha sido fácil servir a Dios. En el pasaje de hoy vemos el testimonio del
profeta Jeremías. Los que le rodeaban nunca quisieron escuchar las advertencias
de Dios contra la apostasía; lo golpearon, lo colocaron en un cepo, fue
ridiculizado y se burlaron de él. Quiso desistir, pero no pudo hacerlo ya que
las palabras de Dios eran como fuego en su corazón, llegó a decir: “no me
acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi
corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no
pude”. A veces como Jeremías puede ser tentador renunciar a proclamar la
Palabra de Dios, porque resulta muy doloroso, cuando sufrimos por causa de
ella.
Pero el amor
de Dios nos atrae con lazos de amor y no podemos escapar de Él, su Espíritu
Santo mora en nosotros y jamás nos dejará; ya somos suyos y no podremos huir,
recordemos Salmos 139:7 “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu
presencia?”; nuestra vida está anclada en Cristo y así como Jeremías podemos
exclamar: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y
me venciste”.
El apóstol
Pablo nos recuerda todo lo que tuvo que padecer por causa del evangelio en 2
Corintios 11:24-28 dice: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes
menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces
he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;
en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de
los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en
el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y
fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en
desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la
preocupación por todas las iglesias”. Su compromiso e inquietud por la obra de
Dios fue más fuerte que su padecimiento. Por eso, al estar preparando a Timoteo
para asumir el apostolado le dice: “Y también todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.
Pablo
claramente expresa: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en
Cristo”, si es nuestro deseo voluntario colaborar con Jesús en la extensión de
su reino en esta tierra, debemos estar dispuestos a padecer persecución. Es
tomar una decisión frente al llamado que el Señor nos hace, calcular el costo
de seguirlo y renunciar a todo lo que nos impida hacerlo.
Cuando
empuñamos el arado como discípulos de Cristo tenemos que entender que no será
una tarea fácil, la razón por la cual es necesario esperar persecuciones es
porque se acerca el fin y la brecha entre la luz y las tinieblas será cada vez
más ancha, pero tenemos la certeza de que Jesús está a nuestro lado y el
Espíritu Santo nos alienta para que el fuego de Dios arda tan poderosamente
dentro de nosotros que tengamos que seguir hablando de Él. 1. Oración.
«Señor
enséñame a escucharte cuidadosamente y a no desalentarme por la oposición que
hay en contra de ti en este mundo, gracias porque tu Palabra es como un fuego
en mi corazón que no puedo contener, ayúdame a anunciar tu mensaje con amor y
con poder. En el nombre de Jesús, amén.
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