Padre
nuestro que estás en los cielos
“Vosotros,
pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la
gloria, por todos los siglos. Amén.” Mateo 6:9-13
La oración
modelo de Jesús comienza con esta frase “Padre nuestro que estás en los
cielos”; esta plegaria sirvió de guía a sus discípulos cuando le pidieron que
les enseñara a orar (Lucas 11:1). El Señor destaca siete elementos que debe
contener una oración como son: la confianza, la reverencia, el sometimiento, la
dependencia, el perdón, la humildad y la adoración. Recordemos que la verdadera
oración no es una simple técnica o un método, sino una relación real con
nuestro Padre eterno de amor y confianza, por eso, Jesús empieza con una
introducción de confianza y llama a Dios, su Padre.
Es un gran
privilegio llamarlo así, porque es el perfecto Padre que nos ama
incondicionalmente. Decir “Padre” indica una relación filial, en un sentido
íntimo y personal; esto solo fue posible por nuestra fe en Jesús, quien nos
abrió ese camino con su muerte en la cruz para que volviéramos a tener una
relación correcta con el Dios eterno. También al decir “nuestro” estamos
reconociendo que otros también tienen el mismo derecho y acceso a Dios y son
nuestros hermanos espirituales.
“Que estás
en los cielos”, la trascendencia, la majestad, la gloria de Dios, su grandeza y
poder están a nuestro alcance. Dios no está distante, sino cercano; recordemos
lo que dice Salmos 145:18 “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a
todos los que le invocan de veras”. Sin importar cuál es nuestra necesidad
tenemos el privilegio de clamar al Soberano de todo el universo de la misma
manera en la que un niño acude a su padre terrenal, como dice hebreos 4:16
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Podemos
conocer a Dios como Padre gracias a la revelación de Jesucristo, porque cada
creyente en Cristo puede relacionarse de manera personal con el Padre y tener
una comunión íntima con Él. Jesucristo siempre se refirió a Dios como su Padre
y en el Nuevo Testamento se nos invita a tratarlo como nuestro Padre, porque
somos hijos de Dios y coherederos con su Hijo Jesucristo. Es necesario creer en
Cristo para tener una relación personal con Dios Padre. Pablo nos enseña en
Romanos 8:15-16 que “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para
estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por
el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios”.
Dios nos
expresa su paternidad cuidándonos, proveyéndonos para cada necesidad y
mostrándonos su propósito. Nos ama incondicionalmente por eso su deseo más
grande es que nos relacionemos con Él; anhela comunicarse con nosotros y nos ha
prometido que nunca nos dejará ni abandonará, como dice Deuteronomio 31:8 “Y
Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no
temas ni te intimides”. También nos muestra su paternidad disciplinándonos,
esta es una señal de que somos sus hijos y lo hace para que crezcamos en
santidad. Hebreos 12:10 dice “Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos
disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad”. El Padre siempre nos guiará
a hacer lo correcto.
Recordemos
entonces cada vez que oremos que tenemos un Padre celestial que nos ama y
escucha. Oración.
«Abba Padre,
qué privilegio poder acercarme a tu presencia con confianza, sabiendo que eres
mi Padre celestial, que me amas incondicionalmente y mostraste tu amor enviando
a tu Hijo amado a morir por mí. Quiero acercarme con reverencia y confianza
cada día, porque tú eres el Soberano del universo que inclina su oído para
escucharme; estás atento a la voz de mi clamor y dispuesto a suplir mis
necesidades espirituales, emocionales y materiales. Gracias por adoptarme como
tu hijo y ser parte de tu familia, en Cristo Jesús, amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario