Llamados a
ser santos
“Así dijo
Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el
valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se
hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice
Jehová”. Jeremías 9:23-24
“Y el uno al
otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda
la tierra está llena de su gloria”. Isaías 6:3
Blaise
Pascal decía: “Pero hay quienes no pueden admirar más que las grandezas
carnales como si no las hubiera espirituales. Y otros que no admiran más que
las espirituales como si no las hubiera infinitamente más elevadas en
sabiduría”.
Para él,
había tres niveles de grandeza: la grandeza física superficial que se encuentra
en las riquezas, la fuerza y la belleza. La grandeza más alta es la de los
genios, la ciencia y el arte. Y un tercer tipo de grandeza que está en el orden
de la santidad; llegando a la conclusión que la grandeza de una persona no
radica en que sea fuerte o débil, rica o pobre, inteligente o analfabeta,
porque la grandeza está en un plano diferente e infinitamente superior, en lo
espiritual, y lo llama “orden de santidad”.
El Señor a
través del profeta Jeremías nos lleva a pensar en lo mismo, cuando vemos este
mundo con tanto pecado y dolor, encontramos mucho vacío en el interior del ser
humano y son necios todos aquellos que se glorían en cosas temporales y
superficiales como el conocimiento, salud, fuerza, riqueza o en cualquier cosa
que los deja bajo el dominio del pecado y lejos de nuestro Creador. Fuimos
diseñados para depender de Él, por eso anhela que nos gloriemos más en
conocerlo y entenderlo para que conozcamos su voluntad; El Señor quiere que le
demos más importancia a cultivar lo espiritual y crezcamos en santidad; porque
Dios es un Dios santo, y si creemos en su Hijo Jesucristo nos da su poder
santificador por medio de su Espíritu.
Estamos
llamados a ser santos, 1 Corintios 1:2 “a la iglesia de Dios que está en
Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos
los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor
de ellos y nuestro”. Cuando ponemos nuestra confianza en Jesús y lo recibimos
en nuestro corazón, recibimos el don del Espíritu Santo, quien nos capacita
para vivir una vida santa, que agrade a Dios.
Sólo Dios es
perfectamente santo, nosotros nunca alcanzaremos la perfección en esta vida,
pero podemos caminar en santidad como respuesta a la santidad de Dios y esto es
solo posible por la gracia de Dios, por medio del don de su Espíritu. La
Santidad nos conduce a una entrega completa de todo nuestro ser al Señor, como
dice Romanos 12:1 “así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional”.
Cuando Dios
nos llama a ser santos, nos está diciendo que seamos completamente suyos,
quiere que nos demos voluntariamente a Él, 1 Corintios 6:19-20 “¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios” Oración.
«Gracias
Padre celestial porque al creer en tu Hijo Jesucristo, enviaste a tu Espíritu
Santo a morar en mí, ahora soy templo tuyo y anhelo por tu gracia, me ayudes a
caminar en santidad, a no llenarme de vanagloria por las cosas temporales y
superficiales de este mundo. Quiero conocerte y entenderte para hacer tu
voluntad para glorificarte con todo mi ser: espíritu, alma y cuerpo, en el
nombre de Jesús, amén.
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