El Espíritu
Santo y la obediencia
“Y nosotros
somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha
dado Dios a los que le obedecen”. Hechos 5:32
Si bien es
claro que el Espíritu Santo mora en cada persona que escucha y cree en
Jesucristo (Hechos 10:44, Efesios 1:13), hay una diferencia entre tener el
Espíritu Santo y estar llenos de Él.
La Palabra
de Dios nos habla de dos consecuencias del pecado que se pueden evidenciar en
nuestra comunión con el Espíritu Santo, la primera es contristarlo, Efesios
4:30-31 dice “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura,
enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”. Y se da cuando en nuestro
corazón o en nuestra vida permitimos cualquier tipo de malicia. La segunda
consecuencia es apagarlo, 1 Tesalonicenses 5:19 dice “No apaguéis al Espíritu.”
Y es producida cuando nosotros desobedecemos las instrucciones de Dios dadas en
su Palabra, es decir, cuando preferimos hacer nuestra voluntad antes que la de
Dios.
Es por esto
por lo que el versículo de hoy nos habla de que Dios da el Espíritu a los que
le obedecen, y el contexto de esta Palabra es justamente el Apóstol Pedro y los
demás apóstoles respondiéndoles al concilio por qué ellos no dejaban de enseñar
acerca de Jesucristo, pues en esta ocasión un ángel del Señor los sacó de la
cárcel donde los sacerdotes y saduceos habían encerrado a los apóstoles, y les
dijo que continuaran enseñando a todo el pueblo acerca de la salvación en Jesucristo
(Hechos 5:17-20). Pero esto era todo lo contrario a lo que el concilio les
había mandado, pues ellos les habían prohibido enseñar o sanar en el nombre de
Jesucristo (Hechos 5:28). Así que, con la premisa de obedecer a Dios antes que
a los hombres, los apóstoles con autoridad declararon que tanto ellos como el
Espíritu Santo eran testigos de lo que enseñaban acerca de Jesucristo, pues
claramente el Espíritu Santo era el que obraba a través de ellos cuando se
disponían a obedecer a Dios.
La pregunta
es, ¿el Espíritu Santo está siendo testigo y obrando a través de nosotros en
cada actividad de nuestro día o sencillamente lo hemos apagado o contristado? Oración.
«Padre
Santo, qué don tan maravilloso el que he recibido por tu inagotable gracia, me
has dado tu Espíritu, mi ayudador y mi consolador y te pido que por amor a ti
me permitas cada día renunciar a hacer mi voluntad y someterme a la tuya, pues
quiero que en todo momento tu Santo Espíritu me acompañe obrando a través de mi
vida y siendo testigo de todo lo que hago, pues no es mi deseo apagarlo o
contristarlo. Gracias Señor, en el nombre de Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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