No caigamos en vanas discusiones
“Recuérdales
esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo
cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura
con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas
palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad”. 2 Timoteo 2:14-16
¿Para qué
discutimos? Cuando contiendo con otras personas sobre palabras, temas y asuntos
que nos llevan a la discordia y al enojo, la biblia dice que de nada aprovecha
y si queremos llevar a otros a Cristo en vez de acercarlos a Él, los estamos
alejando. Qué gran responsabilidad descansa sobre nuestros hombros, porque como
creyentes debemos usar bien la Palabra de Dios y estar siempre preparados para
presentar defensa de nuestra fe con mansedumbre. Se nos aconseja en 1 Pedro
3:15 “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que
os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.
Nuestra
actitud entonces debe ser de santidad y humildad. Se nos dan tres consejos:
primero, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que
no tiene de qué avergonzarse”, en otras palabras, seamos celosos o diligentes
para presentarnos a nosotros mismos diferentes delante de Dios, porque nos
hemos conducido correctamente y crecido en el conocimiento de su palabra y en
nuestro testimonio de vida. Segundo, “que usa bien la palabra de verdad”,
indica que debemos hacer camino derecho para la palabra, sin desviarnos ni a
izquierda ni a derecha, no enseñando otra doctrina diferente a la que el
Espíritu Santo nos ha dado, discerniendo correctamente la verdad y captando su
sentido. Y tercero, “evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más
y más a la impiedad”; las disputas de palabras destruyen las cosas de Dios, por
eso debemos tomar consciencia de nuestro deber cristiano, ser vasos santos que
se llenen de la plenitud de Dios para poder compartir sabiamente y con amor de
Cristo.
La única
manera de “santificar a Dios” es que se entronice en nuestros corazones. Como
morada de su Espíritu debemos estar siempre listos para dar razón de nuestra fe
en Cristo con humildad, no con arrogancia, sino con reverencia, con respeto a
las personas y en el temor de Dios. Busquemos tener buena conciencia sin ser
ofensivos al presentar nuestra fe a otros, nuestra conducta debe invitarlos a
honrar y glorificar a Dios.
Si queremos
ser obreros de Dios aprobados, debemos leer, estudiar y aprender la palabra de
Dios, que es la única fuente de sabiduría, conocimiento y comprensión de las
verdades supremas, que libertan, enriquecen a los que la buscan y es el más
poderoso freno para el pecado, como nos recuerda el salmo 119:11 “En mi corazón
he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. La palabra de Dios debe ser
nuestra espada lista a la hora de hablar de Cristo y el arma más efectiva en
nuestras batallas espirituales. ¿Estamos preparados para decirle a otros lo que
Cristo ha hecho por todos en la cruz, con humildad, mansedumbre y santidad? Oración.
«Señor
Jesús, Tú eres el mejor ejemplo de mansedumbre, me invitas a que aprenda de ti
que eres manso y humilde de corazón como la única manera de compartir mi fe a
otros, para que se acerquen a ti y encuentren descanso para sus almas, se
reconcilien con Dios Padre y sean encaminados a la gloria eterna. No permitas
que entre en discusiones sin sentido, que me alejen de la piedad y aparten a
las personas de ti. No quiero ser piedra de tropiezo. En Cristo Jesús, Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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