Antorcha que
arde y alumbra
“Si yo doy
testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da
testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. Pero
yo no recibo testimonio de hombre alguno; más digo esto, para que vosotros
seáis salvos. Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis
regocijaros por un tiempo en su luz”. Juan 5:31-35
Uno de los
temas que más menciona Juan en su evangelio es “el testimonio” y por eso
destaca el elogio que da Jesús a Juan Bautista cuando lo compara con una
antorcha que ardía e iluminaba. Juan tenía ardor porque su mensaje no era algo
frío que venía de su intelecto, sino un mensaje ardiente de un corazón
encendido por Dios. Juan tenía luz, su función era guiar a la gente al
arrepentimiento y hacia el Señor. Y así como la lámpara se va agotando, porque
al dar luz se consume a sí misma, Juan iba disminuyendo mientras Jesús iba
aumentando. El verdadero testigo se consume por Dios y Juan lo sabía, por eso
dijo en Juan 3:30 “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”.
Haciendo
este elogio, Jesús estaba acusando a los judíos porque estaban dispuestos a
complacerse con Juan mientras él dijera lo que ellos esperaban, pero cuando no
lo hizo lo rechazaron. Igualmente pasa con mucha gente que escucha la palabra
de Dios, la acepta mientras esta no los confronte con sus errores.
Juan dio
testimonio de la Verdad que era Jesús y solo buscaba que las personas se
arrepintieran y se acercaran a Él. Jesús mismo era la luz, pero Juan prendió su
lámpara a la luz de aquel que lo alumbraba todo.
Juan
Bautista era un hombre de Dios con una misión: preparar el camino del Señor;
pero fue menguando ante los ojos de todos para que Jesús fuera creciendo ante
ellos. Y esto es precisamente lo que Dios espera de nosotros para que seamos
verdaderas antorchas que alumbren este mundo, que mengüemos para que Él crezca
y sea su luz la que ilumine a los hombres.
Hermosas
palabras las de Jesús para Juan: “Él era antorcha que ardía y alumbraba”. Sería
maravilloso que el Señor pudiera decir de nosotros lo mismo, porque deberíamos
ser antorchas que no dejen de arder para que demos testimonio de su amor y su
verdad. Mateo 5:14-16 dice “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de
un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
¿Qué estamos
haciendo para ser luz del mundo? Recordemos Filipenses 2:15 “para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el
mundo”. No solo deberíamos alumbrar, sino arder dejando ver la llama del evangelio
en nosotros, esa luz que desvanece las tinieblas, que saca a flote el pecado y
lleva al arrepentimiento. Oración.
«Padre
Eterno, gracias por sacarme de las tinieblas y trasladarme al reino de tu Amado
Hijo. Ayúdame a entender mi misión en este mundo, la de ser antorcha que arda y
alumbre la vida de otros; deseo ser esa luz que Tú dices que soy y aprovechar
cada oportunidad que me das de testificar de ti. En el nombre de Jesús, Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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