Glorificando a Dios
“Y esta es
la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que
me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con
aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan 17:3-5
Muchas veces
pensamos la manera en cómo glorificar y exaltar a Dios a través de nuestras
vidas. Nadie glorificó al Padre como Jesús lo hizo y nadie glorifica al Hijo
como el Espíritu Santo lo hace, por eso debemos pedirle al Espíritu que nos
enseñe cómo hacerlo.
Para poder
glorificar a Dios debemos en primer lugar conocerlo, como dice Jesús: “Esta es
la vida eterna que te conozcan a ti y a quien has enviado”. La única forma de
lograrlo es con una relación personal e íntima con Él, donde recibimos su
revelación para poder entender su voluntad y poder obedecerlo, permitiéndole
que ejerza su paternidad divina sobre nosotros sus hijos, para que restaure y
sane nuestro corazón roto por el pecado. Nos recuerda que es Dios quien levanta
y restaura; y por eso toda la gloria es de Dios. La frase “al lado tuyo” nos
hace concluir que la mayor gloria del ser humano es habitar en la Presencia de
Dios.
Conocer su
Palabra también nos hace glorificarlo, por eso Jesús también dijo: “conoceréis
la Verdad y os hará libres” y como dice 1 Corintios 2:12 hemos recibido al
Espíritu Santo que proviene de Dios para que sepamos lo que Él nos ha
concedido, quien nos enseña y guía a la Verdad. Cuando amamos su Palabra y
meditamos en ella y la hacemos práctica en nuestra vida, exaltamos el nombre de
Dios misericordioso que nos ha revelado a su Hijo por medio de su Espíritu,
mostrándonos que Jesús mismo vino a morar entre los hombres, a dar su vida por
nosotros en una cruz, para quitar el pecado y para que podamos estar nuevamente
en la relación correcta con el Padre.
Los escribas
y fariseos que conocían las Escrituras no pudieron reconocerlo, pero, los
enfermos, los cojos, los paralíticos, los ciegos, lograron ver quién era el
Hijo de Dios y le dieron gloria. Es un gran privilegio para todos aquellos que
no le hemos visto, pero creímos y abrimos humildemente nuestro corazón a Jesús
para que ahora podamos glorificar y exaltar su poderoso Nombre.
La
obediencia es la más alta manera de glorificar a Dios, y esto es también
honrar, alabar y rendir nuestra voluntad a Él. Lo honramos cuando nos sometemos
a su Palabra, damos gloria a su Nombre cuando le obedecemos y Jesús nos dejó el
máximo ejemplo de obediencia al Padre, nos enseña que glorificar a Dios es
cumplir con su plan en la tierra, con la obra que nos ha encomendado.
¿Queremos
alcanzar el propósito que Dios ha dispuesto para cada uno de nosotros? Entonces
preguntémonos: ¿Estoy haciendo lo que Jesús me ha encomendado? ¡Esto es lo que
lo glorifica a Él! Oración.
«Amado Dios,
quiero glorificarte con todo mi ser, seguir el ejemplo de Jesús que vino a
exaltar tu Nombre en esta tierra haciendo tu voluntad y siendo obediente a tu
Palabra, entendiendo que una vida de comunión íntima contigo es la más grande
gloria para mí, porque puedo conocerte por medio de tu Espíritu Santo y
entender que con la obra de Cristo en la cruz fue restaurada mi relación
contigo. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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