El poder
sanador de la confesión
“¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por
él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al
enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán
perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros,
para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago
5:14-16
Había una
creencia firmemente arraigada en el judaísmo, que donde había enfermedad y
sufrimiento era como consecuencia del pecado. Recordemos cuando Jesús inició la
curación del paralítico diciéndole: “Hijo tus pecados te son perdonados”.
(Marcos 2:5) Cristo mostró su poder para perdonar pecados, mostrando su poder
para sanar al hombre enfermo de parálisis. El Señor sabe que no siempre es así,
no todas las enfermedades provienen de pecar, por eso, cuando sanó al ciego de
nacimiento, les dice claramente a sus discípulos, que no es por el pecado de él
o el de sus padres, sino para manifestar su gloria entre los hombres. Como dice
Juan 9:3 “Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que
las obras de Dios se manifiesten en él”.
Pero sí
debemos tener claro, que el perdón de pecados, golpea la raíz de la enfermedad
más grande, la del alma, que es sanada cuando somos perdonados y reconciliados
con Dios. La verdad es que no podemos recibir la sanidad completa del alma y el
cuerpo, hasta que no nos encontremos en paz con Dios.
De todos
modos, la sanación de un enfermo no puede atribuirse al aceite, sino a la
oración, el aceite es sólo un símbolo de la presencia del Espíritu Santo en
nuestra intercesión, por eso, nuestras oraciones no deben ser frías y formales,
sino que deben ser con fe para que sean efectivas y siempre buscando
primeramente la conversión del alma, llevando al enfermo a reconciliarse con
Dios y pedir perdón.
La confesión
mutua de nuestras faltas, trae paz y amor entre nosotros. Cristo hizo su obra
en la cruz para que podamos pedir perdón directamente a Dios, pero también,
muchas veces es necesario confesar nuestros pecados unos a otros para recibir
sanidad dentro de la iglesia, o en nuestra familia, porque quizás hemos
ofendido a otros con nuestro comportamiento y debemos buscar la reconciliación
para ser sanados.
Recordemos
que la oración del justo es siempre oída y nosotros hemos sido justificados por
la obra redentora de Jesús, entonces siempre podemos orar los unos por los
otros. Cada creyente es un sacerdote que puede interceder en favor de los demás
y el Señor lo confirma en su Palabra en 1 Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Oración.
«Gracias
Señor Jesús por hacerme justo y saber que puedo invocar a mi Padre celestial.
Me abriste el camino a su presencia con tu sacrificio en la cruz. Gracias por
la oración, porque es la manera de interceder no sólo por mí, sino por los
demás, y el medio para llevar sanidad del alma a los que necesitan tu perdón y
reconciliación. Señor, úsame como instrumento para traer sanidad espiritual y
física donde quiera que esté. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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