Viviendo en
humildad.
“Digo, pues,
por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga
más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” Romanos 12:3
Por la
gracia que le había sido dada en Cristo Jesús, el apóstol Pablo se dirige a los
romanos para exhortarlos a la humildad en su relación con los demás, recordando
el mandato de Jesús: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón;” (Mateo 11:29 a)
El
reconocimiento de Dios todopoderoso y eterno, soberano sobre todas las cosas,
debe conducirnos a reconocer nuestra debilidad, temporalidad y dependencia
absoluta de Él y, con ello, a humillarnos delante de su magnificencia y poder
y, así, ver y servir a nuestro prójimo con amor y sin altivez,
independientemente de las circunstancias de la vida. “cada uno de nosotros
agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.” (Romanos 15:2)
Las
actitudes y comportamientos que caracterizan a quienes practican la humildad
claramente los describe la Biblia: “Amaos los unos a los otros con amor
fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que
requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación, constantes en la oración;
compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que
se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino
asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No
paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si
es posible, en cuanto dependa de vosotros estad en paz con todos los hombres.
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” (Romanos
12: 10-19) Oración.
«Padre
Santo, gracias te damos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo porque a
través de su ejemplo y de su palabra nos has lavado de todo orgullo, soberbia y
vanagloria; haciéndonos mansos y humildes de corazón para servirte y servir a
nuestro prójimo con ese perfecto amor que tú derramas en nuestros corazones por
tu Santo Espíritu. Amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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