El Espíritu
que hemos recibido
“Pues no
habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre!” Romanos 8:15
“El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” Romanos
8:16
Por la
gracia que nos es dada en Cristo Jesús, al recibirlo por fe como nuestro Señor
y Salvador personal, recibimos el espíritu de adopción como hijos de Dios,
claramente lo dice la palabra: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese
a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su
Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:4-6). Y ese Espíritu que nos es
dado, derrama en nuestros corazones el perfecto amor de Dios y al hacerlo
acontece en nosotros que: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor
echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme,
no ha sido perfeccionado en el amor.” (1 Juan 4:18)
El Espíritu que
por adopción hemos recibido, da testimonio a nuestro espíritu de esa nueva
identidad de “hijos de Dios”; la palabra de Dios lo confirma al decir: “Mas a
todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13)
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son Hijos de
Dios” (Romanos 8:14)
Hermanos
amados en Cristo Jesús, la gracia de Dios por la que hemos sido adoptados como
hijos del Dios omnipotente, omnipresente y omnisciente; creador, Señor y dueño
de todo lo que existe y que proviene de su gran amor que sobrepasa todo
conocimiento, debe recíprocamente conducirnos a una obediencia y a una
disposición en espíritu y en verdad para amarle de todo nuestro corazón, y de
toda nuestra alma, y de toda nuestra mente, y de todas nuestras fuerzas y, en
ese amor, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Ración.
«Padre,
Señor y Dios, Dios nuestro; te adoramos, te alabamos, bendecimos tu nombre y te
damos gracias porque al recibir a Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador,
nos has dado tu Espíritu y ahora mora en nosotros y es nuestro fiel compañero
hasta el fin del mundo, es quien nos recuerda todo lo que nos has enseñado a
través de tu palabra y, el que guía nuestros pasos y guía nuestro corazón para
vivir en obediencia a ti; llénanos Señor con tu Espíritu, úngenos Señor con tu
Espíritu, vivifícanos con tu Espíritu y has de nosotros instrumentos de tu
Santo Espíritu para honra y gloria de tu nombre. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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