Un corazón
perdonador
“Deja la
ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo”,
Salmos 37:8.
“Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores”, Mateo 6: 12.
“He aquí que
yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de
paz y de verdad”, Jeremías 33:6.
Las personas
pueden hacernos daño, ofendernos y sobrepasar nuestros límites, estas personas
generalmente no son desconocidos, son personas con las que compartimos lazos
emocionales o espacios cotidianos (colegas del trabajo, familiares, esposos,
padres, hijos, etc.), nuestra respuesta instantánea y natural es albergar
sentimientos adversos como la ira, el rencor, la tristeza, la impotencia o en
etapas más avanzadas la falta de perdón; los sentimientos adversos mal
gestionados terminan dañando nuestro corazón, nuestra mente y nuestro cuerpo.
La preocupación constante y los pensamientos obsesivos contra alguien que nos
hirió, producen en nuestro organismo mecanismos que alteran la producción de
hormonas de estrés, llevándonos a un estado de inflamación crónica de bajo
grado que a la postre terminan llevándonos a padecer tanto de enfermedades
psíquicas (ansiedad, depresión, ataques de pánico, síndromes
obsesivos-compulsivos, irritabilidad, etc) como físicas (migrañas, colon
irritable, dolores musculares y articulares, gastritis, enfermedades
autoinmunes o incluso algunos cánceres). Finalmente, todas las esferas de
nuestra vida terminan contaminadas.
Alguien dijo
alguna vez que la falta de perdón y lo que hacemos movidos por esta es
equivalente a preparar un veneno que preparamos para otro pero que terminamos
tomándolo nosotros mismos. Tomemos en serio la palabra de Dios y traigamos
sanidad para nuestra mente, cuerpo y espíritu perdonando de corazón y dejándole
todos los resultados de esta importante decisión al Dios que todo lo puede. Oración.
«Padre
celestial, tú me has amado y me has perdonado sin medida y sin merecerlo,
permíteme dar de lo que he recibido de ti. Desarraiga toda raíz de amargura que
pueda brotar de mi corazón y me esté contaminando, no permitas que me siga
ahogando en la ira, el rencor y la falta de perdón. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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