Crónicas de un pecado anunciado. Parte 3
“Venida la
mañana, escribió David a Joab una carta, la cual envió por mano de Urías. Y
escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la
batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera. Así fue cuando Joab
sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres
más valientes. Y saliendo luego los de la ciudad, pelearon contra Joab, y
cayeron algunos del ejército de los siervos de David; y murió también Urías
heteo… Oyendo la mujer de Urías que su marido Urías era muerto, hizo duelo por
su marido. Y pasado el luto, envió David y la trajo a su casa; y fue ella su
mujer, y le dio a luz un hijo. Mas esto que David había hecho, fue desagradable
ante los ojos de Jehová”, 2 Samuel 11: 14-17; 26-27
En el
devocional previo vimos cómo el pecado, cuando se le da rienda suelta al igual
que una bola de nieve, se hace cada vez más grande y destruye todo a su paso.
Lo que para David empezó con un simple deseo que entró por sus ojos, terminó en
adulterio, violación sexual y asesinato. La palabra de Dios claramente
advierte: y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a
una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen (Romanos 1: 28).
Como ya
habíamos dicho, aun los hombres más bondadosos son escoria cuando se sueltan de
la mano de Dios. Como está escrito: “Y estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado
los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará
también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” 1
Corintios 10: 11-13. Como sus hijos amados, contamos con la ayuda de nuestro
Padre Dios para resistir las tentaciones o embestidas del enemigo. Hemos
recibido al Espíritu de Dios y mientras nos mantengamos llenos de Él mediante
la oración, la palabra de Dios, el servicio y la obediencia, nadie nos podrá
hacer frente. El Espíritu de aquel que levantó a Cristo de entre los muertos,
vivificará nuestros débiles cuerpos mortales con su poder.
A David no
lo hizo grande ni su reino, ni su fuerza, ni su bondad. Lo hizo grande su
corazón arrepentido y dispuesto a rectificar. Sufrió las consecuencias del
pecado, pero jamás perdió su posición como hijo de Dios y heredero de su reino
eterno. Oración.
«Padre Dios
lléname de tu Santo Espíritu, mantenme firme en tu camino, cólmame de tu poder
para vencer la tentación y no ceder al pecado. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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