Cristo lava
nuestros pies
“sabiendo
Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había
salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y
tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a
lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba
ceñido.” Juan 13:3-5
“Pues si yo,
el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros.” Juan 13:14
Nosotros,
los creyentes en Cristo Jesús y en su obra de salvación sabemos que su sangre
derramada en la cruz nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7b), por tanto, así
como lo dijo el Señor Jesús, solo necesitamos lavarnos los pies. “Jesús le
dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo
limpio;” (Juan 13: 10a); pero, este lavamiento tiene dos partes, la primera, es
permitir que Jesús lave nuestros pies; y la segunda, es lavar los pies de otros
siguiendo el ejemplo de Cristo con nosotros.
Para la
primera parte, permitir que Jesús lave nuestros pies, nos es necesario
presentarnos delante de Él y mostrarle nuestra suciedad, es decir, confesarle
nuestros pecados; entrar en su presencia y desnudar nuestra alma, permitir que
examine nuestro corazón y vea si hay en nosotros camino de perversidad y
pedirle nos guíe por el camino eterno; decirle como el Salmista “¿Quién podrá
entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.” (Salmos
19:12). Una vez hecho esto, podemos tener la plena seguridad de que nuestros
pies han sido lavados, pues dice su Palabra “Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
(1 Juan 1:9).
Entonces,
luego de haber experimentado este lavamiento por parte de nuestro Señor, el
cual nos trae perdón, amor y restauración, estamos en el deber de lavar los
pies de otros, pues, ejemplo tenemos para que así como Cristo hizo con
nosotros, de la misma manera hagamos con los demás (Juan 13:15).
Por tanto,
es nuestra misión como lavados y enviados de Cristo, dar y enseñar ese perdón,
amor y restauración que recibimos, siendo misericordiosos y bondadosos,
mostrando humildad y paciencia, y perdonándonos unos a otros, así como Cristo
nos perdonó a nosotros (Colosenses 3:12-13).
Oración.
«Papito
Dios, creador del cielo y de la tierra, te alabo Señor porque has escondido
estas cosas de los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos y
humildes. Vengo a ti Dios y Padre, a darte gracias y exaltar tu nombre por tus
innumerables y maravillosas obras, por tu poder y misericordia. Gracias Señor
por tu revelación y por el don de gracia y justicia en Cristo Jesús. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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