Imitadores
de Dios, parte 2
“si no, como
aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera
de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” 1 Pedro
1:15-16
Cuando
leemos que se nos exhorta a ser imitadores de Dios como hijos amados (Efesios
5:1), podemos asombrarnos y a la vez preocuparnos por tan grande llamado, y es
que nuestro Padre celestial tiene tantos atributos que podemos pensar que no
acabaríamos de conocerlos e incluso imitarlos, pero el día de hoy el Señor nos
tiene uno muy especial, ser santos como Él es Santo; santos en toda nuestra
manera de vivir, es decir, que haya santidad en nuestra manera de pensar, de
sentir y de actuar. Para esto, el Señor a través de su Palabra nos enseña lo
que significa ser santos en cada una de estas áreas.
Santidad en
nuestra manera de pensar involucra lo que nos revela Filipenses 4:8 que dice
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo
justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Para poder pensar en
esto debemos primero dejar de escuchar todo lo que sabemos que va en contra de
los principios de Dios, y mejor estar atentos a oír y aprender lo que Él nos
dice a través de su Palabra.
Para la
santidad en nuestros sentimientos Ezequiel 36:26-27 dice “Os daré corazón
nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne
el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra.” La obediencia es la palabra clave para que
nuestros sentimientos sean puros, Dios ya cambió nuestro corazón y nos ha dado
a conocer sus estatutos y preceptos para que los pongamos por obra.
Ser santos
en nuestra conducta implica un fruto muy especial, Gálatas 5:22-23 dice “Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” El reflejo del fruto
del Espíritu Santo en nuestras vidas evidencia nuestra integridad al actuar.
Hermanos,
como hemos visto, en este proceso no estamos solos, Dios nos ha dado su
Espíritu mediante el cual podemos, por la obediencia a su verdad, imitar a Dios
en su santidad. Oración.
«Padre
Santo, a través de tu Palabra me llamas a ser santo como tú lo eres, sé que en
mis fuerzas no lo lograré por eso te pido que me permitas purificar mi alma,
siendo obediente a tu verdad mediante el Espíritu Santo que me has dado.
Gracias te doy porque sé que cumplirás tu propósito en mí; tu misericordia es
grande y me guardarás con tu poder y mi fe en Cristo, a quien resucitaste de
los muertos para que yo tuviera una esperanza viva y una herencia incorruptible
en los cielos, gracias Señor. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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