Incertidumbre
y desesperanza
“Habiendo,
pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció
primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo
ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y
llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no
lo creyeron.” Marcos 16:9-11
Incertidumbre
y desesperanza, dos sentimientos que sin duda alguna todos en algún momento de
nuestra vida hemos llegado a experimentar. Sabemos que no son las mejores
emociones ni las más agradables, por el contrario, son momentos de mucha
tristeza, desasosiego, duda, temor y hasta deseos de no querer vivir más; es en
realidad un completo caos, pero, así como les pasó a los discípulos del Señor
también nos puede suceder a nosotros, pues ellos también pasaron por esa
incertidumbre y desesperanza al creer que su Salvador, Señor y Dios los había
abandonado, se había muerto y no volvería más.
Así que, tú
que todavía no has aceptado y recibido a Cristo en tu corazón, quiero invitarte
a que tomes la decisión más importante de tu vida y permitas que esos momentos
de gran tristeza y llanto sean parte de tu pasado. Y sí, porque creer en Cristo
es la única, definitiva y poderosa solución a todo tipo de mal en tu vida.
Conocer y creer en el gran Rey de Reyes y Señor de Señores, aquel que siendo
Dios se hizo hombre, se humilló y murió en una cruz es la base para que llegue
a ti vida y salvación (Filipenses 2:6-11, Juan 3:16-17). Puedes libre y
sinceramente hablar con Cristo que está donde lo invocan de verdad, confesarle
lo que quieras, aceptarlo como tu Señor y creer fielmente que Dios le levantó
de los muertos; es lo único que necesitas hacer para que haya ese trascendental
cambio en tu vida (Romanos 10:9-10).
Y a ti,
querido hermano en Cristo, no olvides en quien has puesto tu confianza y no
dejes que la incertidumbre y desesperanza invadan tu vida como quien no tiene
la vida en su vida; Jesús, el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6).
Mantengamos
siempre nuestra mirada puesta en Cristo quien por el gozo puesto delante de Él
soportó la cruz, para que ahora nosotros corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante sin cansarnos ni desanimarnos en nuestro corazón (hebreos
12:1-4), y por último, seamos siempre transmisores en todo tiempo y lugar de
esa gran esperanza que en nosotros hay, el amor de Dios derramado en nuestro
corazón por su Santo Espíritu (Romanos 5:5).
Oración.
«Padre de la
gloria, Señor de la creación, te alabo y te doy gracias por estar en mi vida,
por revelarte a mí, por tu gracia Señor; conocerte a ti es el mayor tesoro que
pueda tener, que habites en mí es mi más grande esperanza, gracias Dios porque
no dejaste mi vida en la incertidumbre y desesperanza, gracias Señor. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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