Dios da
gracia a los humildes
«¿O pensáis
que la Escritura dice en vano: ¿El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros
nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a
los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al
diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.
Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros
corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro,
y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.»,
Santiago 4:5-10
Siempre que
hablamos de celos pareciera que es algo normal entre las personas que se aman,
pero no siempre es así. Los celos en sentido negativo pueden ser consecuencia
de nuestra desconfianza por los demás. Sentimos celos cuando alguien es
promovido antes que nosotros, o cuando otra persona recibe un reconocimiento
que creemos que nos merecemos y originamos conflictos por hablar
irresponsablemente de otros generando dudas sobre ellos. La solución es ir humildemente
ante la presencia del Señor para poder expresarle nuestros sentimientos de
envidia y celos, y pedirle que quite nuestra vanagloria personal.
Los celos de
Dios por nosotros no son los celos humanos egoístas, cuando se dice que nos
“anhela celosamente” se refiere a que Él no quiere perdernos por causa del
mundo y de nuestros propios deseos carnales. Por eso el apóstol Santiago dice
que el Espíritu que Dios ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente,
anhela la plena devoción de nuestros corazones.
Moisés oye a
Dios decir: “Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios.” (Deuteronomio
32:21), insistiendo en su exclusivo derecho de recibir adoración de sus hijos
como dice Éxodo 34:14: “Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues
Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es”.
La palabra
española ‘celoso’ viene del griego zélos, que transmite la idea de “calor
ardiente”. El sentido es que Dios ama a la humanidad con tan ardiente pasión
que no puede soportar ningún otro amor supremo en los corazones de los seres
humanos. Y es que Dios nos amó de tal manera que entregó a su Hijo Unigénito
por nosotros, para que pudiéramos disfrutar de su presencia y de todas sus
bendiciones.
Si Él nos
hace una gran demanda de amor, también nos da una gran gracia para poder
cumplirla, pero no podemos recibirla hasta que no nos demos cuenta de nuestra
necesidad de Dios y acudamos humildemente pidiendo su ayuda, reconociendo
nuestro pecado. Pero cuando nos sentimos autosuficientes, que todo lo podemos solos,
creemos que no tenemos obligaciones con nadie y mucho menos con Dios. Entonces,
no somos conscientes que fuimos creados por Él, para depender absolutamente de
su amor y de su gracia, que es lo que realmente nos hace felices. Oración.
«Señor sé
que eres celoso, en el buen sentido de la palabra, porque no quieres
compartirme con el mundo en el que puedo hacerme daño. Estás lleno de gracia
para llenarme de ella y de tu misericordia. Tu gracia es amor en acción y te
complaces en darla a los humildes, a los que reconocemos la gran necesidad de
ti y entendemos que no podemos vivir sin tu presencia. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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