¿Quién soy
yo?
“Ven, por
tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los
hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya
a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Éxodo 3:10-11
¿Quién soy
yo? Años antes de haber hecho esta pregunta, Moisés estuvo dispuesto a liberar
al pueblo de Israel de su esclavitud, en ese tiempo era arrogante y
presuntuoso, había asesinado a un egipcio defendiendo a uno de sus hermanos
hebreos que estaba siendo maltratado. Pensó entonces que por ser el hijo
adoptivo de la hija del faraón lo comprenderían y que podía liberarlos por sus
propios medios, ¡qué equivocado estaba! Su acción lo obligó a huir de Egipto y
refugiarse en Madián, un lejano lugar en el desierto.
Dios lo
sometió a una preparación especial y adecuada cuidando los rebaños de su
suegro, con el propósito de adiestrarlo para la gran tarea de pastorear a
Israel. Allí Moisés comprendió lo débil que era para afrontar ese gran reto y
es cuando le dice a Dios: “¿Quién soy yo?, en otras palabras “por qué te fijas
en mí, no puedo hacer lo que me estas pidiendo”, pero cuando llegó a este punto
fue cuando Dios se dispuso a usarlo.
Esta es
precisamente la manera en que Dios nos prepara para poder usarnos para su
gloria, cuando hay una dependencia absoluta de Él, cuando no sea nada de
nosotros y todo de Él. Algunos personajes de la Biblia nos sirven de ejemplo:
David, tuvo que ser perseguido y acosado por el rey Saúl, sentirse indefenso
escondiéndose en cuevas buscando la protección y el cuidado divinos, entonces
Dios pudo convertirlo en un gran rey. Elías el profeta que se creyó valiente y
enfrentó con osadía al rey Acab y su esposa Jezabel, desafiándolos contra su
idolatría, llegó a correr por su vida y se sintió desamparado, bebió de un
arroyo casi seco, fue alimentado por cuervos, pasó por un desierto donde Dios
lo fortaleció para terminar su misión
A veces no
entendemos los tratos de Dios, pero estos son necesarios para que sepamos que
es Dios en nosotros el que actúa y hace los ajustes necesarios para que le sirvamos,
aunque implique rendir nuestro ego y menguar para que la gracia de Dios sea la
que se manifieste en nosotros. Como lo expresó Pablo en 2 Corintios 12:10 “Por
lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en
necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces
soy fuerte”, una paradoja que tenemos que entender. Oración.
«Amado Dios,
gracias por hacerme entender que cuando soy débil, entonces soy fuerte, una
paradoja que me lleva a depender absolutamente de ti, a comprender que eres
suficiente en mi vida y sorprendentemente poderoso para hacer grandes cosas a
través de mí. Quiero ser instrumento en tus manos para la gloria y honra tuya.
Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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