Libre acceso
a su presencia
“Aconteció que,
al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa
nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el
pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para
recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba,
porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo
de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la
bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz
tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y
llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. Y Jehová dijo a
Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a
Jehová, porque caerá multitud de ellos”. Éxodo 19: 16-21
Que
privilegio para Moisés poder hablar personalmente con Dios y oír cómo Él le
respondía con voz tronante. Sólo Moisés podía hacer esto. El pueblo no podía
acercarse de la misma manera, se le había establecido un límite en el monte
hasta dónde podían llegar mientras la presencia santa de Dios se manifestaba de
manera poderosa. Acercarse a Dios de la manera incorrecta traería la muerte.
Todo este
despliegue de poder y majestad impresionaron profundamente al pueblo de Israel
y les hizo entender que estar en su presencia, era un acto muy solemne, de
reverencia y que los comprometía. Conocer a Dios de esta forma quizás era muy
atemorizante, porque era estar ante el Dios Santo que los hacía estremecer con
su poder y su gloria, pero que al mismo tiempo era el Dios misericordioso que
tenía compasión de su pueblo y no quería que perecieran.
Nosotros
tenemos un privilegio aún mayor, porque Jesús mismo vino a la tierra para
solucionar esta situación, quitando todo límite que nos separara de la
presencia santa del Padre y dárnoslo a conocer. Como dice Juan 1:18 “A Dios
nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha
dado a conocer”.
Jesucristo
está tan íntimamente identificado con nuestro Padre Dios, en sus pensamientos,
sentimientos y carácter que cuando lo conocemos a Él, conocemos perfectamente a
Dios. Ese privilegio lo alcanzamos sólo por la obra gloriosa de la cruz.
Podemos acercarnos sin temor de morir porque ya Cristo lo hizo por nosotros y
nos escondió en Él, el Padre nos ve a través de su Hijo y nos acepta tal como
somos porque hemos sido lavados con la sangre preciosa de Jesús y tenemos
acceso al trono de la gracia.
Hoy ya no
vemos nubes y relámpagos, ni humo que sube, sino que tenemos la presencia de
Cristo en nosotros y Él es el camino de gracia, misericordia y perdón que nos
conduce al Padre. ¿Si tenemos esa facilidad para llegar a su presencia, estamos
aprovechando esa bendición y lo estamos haciendo de corazón? Oración.
«Gracias
amado Padre, porque por medio de tu amado Hijo Jesús puedo entrar en tu santa
presencia, ya no hay ningún impedimento, sino que hoy puedo disfrutar de tu
majestad, gloria y poder. En tu presencia puedo ser totalmente transparente,
abrir mi corazón y sentirme pleno. Anhelo por eso estar todos los días delante
de ti y llenarme de tu gloria. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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