Cristo la
luz de la vida
“Otra vez
Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará
en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Juan 8:12
“Al pasar Jesús,
vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió
Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre
tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto
que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo
lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a
lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se
lavó, y regresó viendo”. Juan 9:1-7
Si ponemos
atención a estos dos pasajes Jesús había afirmado que Él era la luz del mundo y
el milagro que hace después de decir esto, fue darle la vista a un ciego de
nacimiento, ilustrando muy bien lo que significaba ser luz del mundo. Este
relato nos muestra la lucha entre la luz y las tinieblas y el desarrollo de la
fe de un hombre ciego al encontrarse con la luz verdadera. Jesús se detuvo a
mirar al ciego y se llenó de compasión, era una gran oportunidad para demostrar
que era esa luz que había venido a los seres humanos. Dios siempre pone la
iniciativa para buscarnos y salvarnos.
La sanidad
de la ceguera física nos muestra un paralelo con el hombre natural que nace y
vive en tinieblas hasta que Cristo ilumina su vida. Este ciego no solo recibió
la sanidad física sino la sanidad espiritual. Cuando lo sanó con el lodo el
Señor restauró su obra estropeada, ese hombre original que fue formado con el
polvo de la tierra en el principio. El estanque es usado como un símbolo, Siloé
traducido es “enviado”, esto nos puede recordar que el Padre había enviado a su
Hijo al mundo para manifestar sus obras y el ciego es ahora enviado al Hijo a
lavarse, para experimentar su obra redentora.
Sabemos que
muchos sufrimientos y hasta la misma muerte muchas veces son la consecuencia
del pecado en nuestras vidas, todos estos males empezaron desde la caída del
hombre en el paraíso. Desde que nacemos heredamos la naturaleza pecaminosa con
todas sus consecuencias y entre ellas están las enfermedades. Pero no siempre
una enfermedad es consecuencia del pecado. Por eso Jesús les dijo a sus
discípulos: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de
Dios se manifiesten en él”.
Jesús
también sanó al ciego de las consecuencias del pecado mostrándole su gracia y
su poder, manifestando la obra de Dios en él. Esto nos muestra todo lo que Dios
quiere hacer en favor de la humanidad para mostrar su gloria a través de Jesús.
Juan 1:9 dice: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo”. Jesús se dispuso a demostrar que era Dios y respaldó sus palabras con
hechos. Ahora como hijos de Dios el Señor nos ha delegado su ministerio para
ser la luz de Dios, ahora nuestra tarea es brillar como luminares en un mundo
caído. Oración.
«Gracias
Señor Jesús por ser mi luz, por iluminar mi vida con tu presencia, por quitar
mi ceguera espiritual que no me permitía reconocerte como mi Salvador y mi
Sanador. Sigue manifestando tus obras a través de mí, porque ahora teniendo tu
luz puedo alumbrar la vida de muchas personas que andan en tinieblas. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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