De lo peor
Cristo sacó lo mejor
“despreciado
y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y
como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos……Mas
él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no
abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de
sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue
quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de
los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los
impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo
maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo,
sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el
pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su
mano prosperada”. Isaías 53: 3,5-10
Clive
Staples Lewis una vez preguntó: “¿Por qué tantos lugares santos son lugares tan
oscuros? La cruz, la tumba, el establo, son santos porque incluso en la
oscuridad de la noche Dios está obrando”. Veámoslo de esta manera: El establo,
es un lugar oscuro y maloliente es donde se manifestó el amor de Dios por la
humanidad cuando se hizo carne y nació en un pesebre en Belén, en pobreza y
humildad para mostrarnos su incondicional amor; la cruz de Cristo, se rodeó de
tinieblas para que Dios mostrara su inagotable amor por nosotros, al cargar
sobre el cuerpo de Jesús todos nuestros pecados y que colocó un manto de
oscuridad sobre la agonía de su Hijo; y la tumba en la peña donde Jesús fue
sepultado y envuelto en soledad, fue el lugar donde resplandeció la esperanza
de la resurrección que lo levantó victorioso sobre la muerte para darnos una
nueva vida a los que creemos en Él.
Quizás nunca
alcanzaremos a entender cuán profundas fueron las aguas que Jesús tuvo que
cruzar, ni la más oscura noche que tuvo que soportar, ni la intensidad de sus
sufrimientos; pero sí podemos comprender cómo Dios convirtió todo su dolor y
padecimiento en buenos, mejores y gloriosos fines que nos trajeron salvación,
perdón, paz, salud y vida eterna. El Espíritu Santo corrió el velo que
oscurecía nuestros ojos para ver la perfecta obra de la cruz, donde nada quedó
por fuera, pues el siervo sufriente que Isaías nos muestra aquí trajo sanidad
espiritual, emocional y física a nosotros, por eso el sufrimiento de Jesús nunca
fue en vano.
Después del
sufrimiento viene la satisfacción, así como Jesús se glorió y se gozó por
habernos salvado, por eso no busquemos atajos para evitar las experiencias
difíciles de la vida, porque para obtener la felicidad y realización personal debemos
experimentar sufrimiento.
Nuestro
corazón antes de conocer a Jesús era oscuro, perverso y sin esperanza, pero
Jesús al morir en la cruz rompió todo lo que nos envolvía en oscuridad para
darnos luz y vida. Nos dio un nuevo corazón para que podamos amarlo. Oración.
«Señor
Jesús, gracias porque tu sufrimiento en la cruz no fue en vano, porque trajiste
paz, perdón, salvación y sanidad en todas las áreas de mi vida, hazme entender
que el sufrimiento es necesario para purificar y santificar mi vida y que esto
implica renunciar a mi ego, a mi comodidad y quizás a cosas y a personas que
entorpecen mi camino al cielo. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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