Me niego a mí
mismo
“Oye, te
ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; más
ahora mis ojos te ven. Por tanto, me aborrezco, y me arrepiento en polvo y
ceniza.” Job 42:4-6
“Entonces
Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24
Sin Cristo
en nuestro corazón, todos estábamos infectados por el pecado y éramos impuros,
aún cuando mostrábamos nuestros actos de justicia y bondad, estos no eran más
que trapos sucios (Isaías 64:6), pero llegando la justicia de Dios en Cristo,
fuimos revestidos de ella y limpiados; por lo tanto, se nos llama a colocarnos
el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera
justicia y santidad. (Efesios 4:24).
Como
resultado de esta transformación interna, estamos llamados a mostrar las obras
buenas que Dios preparó de antemano para nosotros (Efesios 2:10), las acciones
justas de los santos (Apocalipsis 19:8).
Por esto,
Job reconoce, que delante de Dios, de su majestad, santidad y grandeza, el
hombre no tiene nada que hacer, ni hay ninguna bondad que lo salve o lo
justifique ante el Altísimo, sino que Dios en su gracia nos salva, no es
nuestro mérito, sino como regalo de su gran amor (Efesios 2:8).
Por eso se
niega a sí mismo cuando dice “me aborrezco y me arrepiento”, lo cual no se
trata de un problema de autoestima, ni de amor propio, sino de un
reconocimiento de la grandeza y soberanía de Dios y por lo tanto, de su total
dependencia a lo que Dios dice y a lo que en su amor es capaz de hacer,
entonces se trata de darle a Él toda la gloria (Romanos 1:18-25).
Pero, ¿cómo
podemos darle a Dios algo que desde el principio ya es de Él? Pues, se trata de
que en mi quehacer diario, aplique lo que Jesús nos pide acerca de negarnos a
nosotros mismos, de abandonar toda esperanza en mí, para arrojarme
completamente en los brazos de un Dios soberano y amoroso a la vez, que sabe
todo y conoce lo que es mejor para mí, y ha establecido por su gran amor, un
propósito para mi vida: glorificar a Dios, por medio de mi obediencia a Cristo
y a su Palabra (1 Samuel 15:22).
Cuando
dejamos de vernos a nosotros mismos y ponemos nuestra mirada en Cristo, nuestra
confianza en el iniciador y consumador de la fe, entonces somos capaces de verlo
claramente, como le pasó a Job, “Porque el que se enaltece será humillado, y el
que se humilla será enaltecido. “(Mateo 23:12) y, Dios resiste a los orgullosos
y da gracia a los humildes (Santiago 4:6b) Oración.
«Señor, que
yo merme para que tu crezcas en mí, quiero depender absolutamente en todo de
ti, por esta razón, te entrego el control de mi vida y mi corazón, para que
guíes mis pasos, e ilumines mis decisiones. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario