La gracia
genuina de Cristo
“Porque la
gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en
este siglo sobria, justa y piadosamente,” Tito 2:11-12
La gracia de
Dios verdadera, no es un permiso para pecar, todo lo contrario, nos llama a
vivir en santidad, lejos de los deseos del mundo, de los deseos de la carne, de
la vanagloria de la vida. La gracia de Dios, ese regalo que se ha manifestado
para salvación a todos los hombres, nos enseña que todo el que ha sido nacido
de nuevo por la fe en Cristo, está llamado a negarse a sí mismo, a sus propios
deseos, porque Dios le ha concedido su Santo Espíritu que le da poder, amor y
dominio propio. (2 Timoteo 1:7).
Poder, para
dar testimonio público de la gracia inmerecida de Cristo; amor, para cumplir la
ley porque el que ama no hace daño a su prójimo; y dominio propio, para tener
autocontrol de su vida y su cuerpo.
La gracia
verdadera, nos da el poder para vivir sobre el dominio del pecado, que antes
nos tenía esclavos y nos condenaba llevándonos a la muerte (Romanos 7:11). La
genuina gracia no compromete los estándares santos de Dios ni justifica el
pecado; en contraste, la respuesta definitiva, es que nos da el poder para
vivir vidas gloriosas en búsqueda de buenas obras que Dios preparó de antemano
en Cristo (Efesios 2:10).
Así que, al
recibir esa abundancia de gracia en nosotros, podemos confiar plenamente en que
el pecado no tendrá dominio sobre nosotros, porque no estamos bajo la ley sino
bajo la gracia. (Romanos 6:14)
Por lo
tanto, el problema nunca ha sido los gloriosos Diez Mandamientos o la perfecta
ley de Dios, sino que el problema siempre ha sido nuestra capacidad imperfecta
de guardar la ley perfecta de Dios y obedecerla, pero venida la gracia, nuestro
corazón es cambiado por uno nuevo que puede, debe y es lleno de deseo por
glorificar a Dios y cumplir su ley (Romanos 5:5).
Podemos
afirmar entonces que: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento
de la ley es el amor.” (Romanos 13:10), entonces, debemos reflexionar y
hacernos la pregunta ¿hemos recibido la genuina gracia de Dios? Oración.
«Tu gracia
que he recibido por medio de la fe en Cristo, oh Padre, ha transformado mi
corazón, que no tenía paz sin ti, ahora quiero vivir para agradarte siendo
guiado por el amor que has colocado en mí por medio de tu Espíritu Santo. Tú
Señor Jesucristo, viviendo en mi es una hermosa esperanza de gloria. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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