Una posición de honor que no merecíamos
“Aconteció que cuando
todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se
abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y
vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo
complacencia”. Lucas 3:21-22
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue
llevado por el Espíritu al desierto. Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a
Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor….. Y enseñaba en
las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se
había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su
costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y
habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del
Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los
oprimidos”. Lucas 4:1; 14-
Este es un pequeño resumen del ministerio del Espíritu Santo
y su acción sobre la vida de Jesús. En su bautizo y mientras oraba, el cielo se
abrió y descendió sobre Él. Jesús fue fortalecido por el Espíritu en la
tentación en el desierto y fue llevado a Galilea en el poder del Espíritu donde
se difundió su fama cuando predicaba, enseñaba y sanaba. Jesús era un hombre
ungido por el Espíritu Santo y no hacía nada sin su asistencia.
Jesús oraba por mantener una relación íntima de amor con su
Padre y experimentó una ininterrumpida y dulce comunión con Él. A lo largo de
los cuatro evangelios encontramos a un Jesús morando en la presencia del Padre
y haciendo su voluntad. Oró para tomar las decisiones más importantes, para
pedir dirección, para interceder por sus discípulos y por todos los que iban a
creer en Él.
Jesús es un ejemplo de un hombre lleno del Espíritu y su
secreto era la oración. No sólo oró, sino que animó a los que estaban con Él a
orar siempre y no desmayar, para que no se agobiaran por las preocupaciones de
la vida, oró por las cargas y necesidades de otros, oró por fuerza para sí
mismo y para soportar su prueba más dura: la cruz. La oración fue la que
sostuvo a Jesús a lo largo de todo su ministerio terrenal.
Jesús experimentó todas las presiones, cargas y tentaciones
de esta vida, por eso nos dejó al Espíritu Santo para que fuera nuestro aliado
y camináramos también con Él. Aquel que intercede, que nos da su poder en los
momentos de debilidad, que nos da visión y sabiduría, que nos alerta, redarguye
y nos ilumina con la Palabra de Dios para que aprendamos a hacer su voluntad. Tenemos
todo lo que necesitamos para vivir en la plenitud del Espíritu. Oración.
«Señor Jesucristo, gracias por ser mi ejemplo, por enseñarme
a orar y por enviar a tu Espíritu para que me fortalezca en medio de las
presiones y tentaciones de este mundo. Quiero como tú vivir siempre en comunión
con Dios, dejándome guiar por tu Santo Espíritu y llenarme de su poder para
vivir la vida en abundancia que me prometiste. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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