El error de Juzgar. Parte dos.
“Le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Juan 8:4-11
En este pasaje Jesús trata el pecado de la mujer adúltera amorosamente, llevándola a encontrar la justificación divina sin juzgarla y criticarla. Encierra una gran verdad la compasión y la misericordia por los pecadores. Los escribas y fariseos buscaban la ocasión para desacreditar a Jesús y por eso le trajeron la mujer; si nos imaginamos la escena, quizás la llevaron a empujones, exponiéndola públicamente. Ella no despertaba en ellos ninguna compasión y misericordia, carecía de valor, la despreciaban por su condición y la pusieron como señuelo para intentar prender a Jesús con alguna palabra o acción con la que pudieran acusarlo, prácticamente estaban obligando a Jesús a elegir entre la misericordia y la justicia.
Ellos esperaban que Jesús mostrara hacia la mujer adúltera la misma misericordia que le había caracterizado durante su ministerio público, pero si lo hacía, quedaría claro para ellos que Jesús no respetaba la ley de Moisés; y si la condenaba ¿dónde estaba la gracia? Y si la perdonaba, ¿no iba esto en contra de la ley mosaica?
Jesús dice algo que le da un viraje al asunto: “El que de vosotros esté libre de pecado sea el primero en tirar la piedra”. De esta forma cambió la atención en la mujer y la colocó en los acusadores. Los fariseos siempre invocaban la ley no para mirarse a ellos mismos, sino pensando en aplicarla a otros. El Señor los obligó a examinar su propio corazón, Él nunca negó la culpabilidad de la mujer, pero ¿estaban ellos libres de culpa?, ¿dónde estaba el adúltero, acaso no era igual de pecador?
Al ser redargüidos en su interior, se fueron alejando uno a uno hasta que ya no quedó ninguno. No soportaron permanecer con la conciencia al descubierto delante de Jesús. La diferencia con Jesús es que no señaló a la mujer, le dio la oportunidad de arrepentirse y de ser perdonada. Esto debe enseñarnos que no somos jueces de nadie y mucho menos juzgar cuando nuestros móviles no son rectos y nuestras vidas no son honestas. Si hemos descubierto la misericordia y el perdón, es tiempo de que dejemos de señalar a otros. Oración.
Amado Señor Jesús, gracias por confrontarme con tu Palabra, examina mi corazón y ayúdame a entender que si fui perdonado no tengo ningún derecho para condenar a otros. Lléname de tu compasión y misericordia para ayudar a todos aquellos que están sufriendo por causa de su pecado y darles a conocer tu amor perdonador. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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