El que tiene oídos para oír, oiga.
“Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y
se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente
estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí,
el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó
junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales,
donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de
tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte
cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en
buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por
uno. El que tiene oídos para oír, oiga”. Mateo 13:1-9
“El que tiene oídos
para oír, oiga”. Qué privilegio saber que Dios nos está hablando a través de su
Palabra, ¿estamos prestando atención a lo que escuchamos? Quizás el ruido de
nuestros problemas y del mundo nos ensordece y no podemos escuchar.
Dios demanda que lo escuchemos atentamente, porque la verdad
de Dios entra en nuestra conciencia por medio de los oídos y los ojos; y la predisposición
de nuestro corazón hace que lo que oímos o vemos lo entendamos y deseemos
ponerlo por obra, en otras palabras “obedecer la voz de Dios”, además la fe es
por el oír y el oír por la Palabra de Dios, dice Romanos 10:17. El comienzo, el
desarrollo y el poder de la fe viene por oír, pero sólo el oír la Palabra,
porque la Palabra de Dios fortalecerá la fe.
La verdad es que ninguno puede invocar a Dios a menos que
haya creído en Él y para creer tiene que haber oído hablar de Él. Pero, ¿cómo
oirán de Dios si no hay quien les hable? Hoy hay mucha ignorancia espiritual
por la falta de conocimiento de la Palabra de Dios. Otros cierran los oídos a
lo que no quieren saber.
Dios nos ha dado una conciencia y al Espíritu Santo para que
nos enseñe y nos muestre la voluntad de Dios. Hay una responsabilidad personal
de cada creyente de transmitir el mensaje del evangelio a sus semejantes. Somos
la voz de Dios en la tierra. Nos ha dado la palabra de fe, la cual debemos
predicar, para que los hombres crean y sean salvos. ¿Cómo sabrán del mensaje
sino lo comunicamos? La invocación de Jesús como nuestro Señor envuelve la fe,
y el creer envuelve el oír, y el oír envuelve la predicación y la predicación
envuelve una misión de predicación.
El Señor nos está llamando a esta gran tarea en estos
tiempos finales, el evangelio debe ser escuchado en todo el mundo antes que el
Señor Jesucristo regrese por segunda vez. ¿Podrá contar con nosotros? Ojalá que
el Espíritu Santo despierte una respuesta de fe en cada uno para cumplir con su
mandato. Oración.
«Señor Jesús, como dices en tu palabra “a la verdad la mies
es mucha y los obreros pocos”, levántame a mí y a otros para cumplir con el
mandato de la Gran Comisión, este mundo está urgido de conocer las buenas
nuevas de salvación y somos tu boca, tus pies y tus manos para ir a compartir
tu mensaje. Dispón nuestro corazón para hacer tu voluntad. Amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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