SIGAMOS LAS PISADAS DE CRISTO
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual
no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no
respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la
causa al que juzga justamente”, 1 Pedro 2:21-23
“según nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.”, Efesios 1:4
La santidad describe nuestra nueva posición con el Señor. Él
nos escogió para que fuésemos “santos y sin mancha delante de él”. Nuestros
cuerpos son el templo de su Espíritu, y cualquier parte en la que Él habite la
convierte en santa. Sin embargo, nuestra conducta no armoniza algunas veces con
esta verdad. Somos declarados justos, pero no siempre actuamos como tales.
El problema es que muchos cristianos no se ven como Dios los
ve. Dicen: “No soy realmente un santo, pero tampoco soy tan pecador”. Por
tanto, se colocan en algún punto intermedio. Pero, en realidad, no hay nada en
medio de la santidad y el pecado. Eres, o bien una cosa o bien otra.
La Biblia describe a la santificación como un proceso
(Romanos 6:19). En Efesios 4:1, Pablo lo asemeja a una caminata que se realiza
durante toda la vida. Después de exhortarnos con las palabras “que andéis como
es digno de la vocación con que fuisteis llamados”, habla del dramático
contraste entre la manera en que solíamos comportarnos antes de ser salvos, y
la manera en que somos llamados a vivir ahora. Este estilo de vida no ocurre de
un momento para otro; hay que escogerlo intencionalmente para practicarlo a
medida que crecemos en la fe.
Debemos tener en cuenta que ser santos no significa ser
perfectos. Dios no busca perfección, Dios busca disposición. Se trata de ser
apartados para Él. De ser diferentes, de reflejar el amor de Dios en todo
momento, aun cuando esto signifique nadar en contracorriente contra este mundo
tan roto y falto de Él. Se nos pide seguir las pisadas de Cristo, su ejemplo en
palabra y conducta.
Para finalizar, cuando nos encontremos tentados a callar
sobre Cristo, a no mostrarnos como cristianos por la hostilidad de la cultura que
nos rodea, recordemos las razones por las cuales Pablo no se avergonzaba del
evangelio. Decía: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”,
Filipenses 1:21. ¿Será esto cierto para nosotros? Oración.
"Señor quiero caminar a tu lado y seguir tus pisadas,
porque sólo así aprenderé a vivir como un verdadero hijo de Dios. Caminaste en
santidad en todo lo que hiciste y dijiste en esta tierra. Quiero hacer todas
las cosas como tú las harías, seguir tu ejemplo de amor, perdón y misericordia,
andando en integridad. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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