LA SALVACIÓN NO ES TRANSFERIBLE
“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez
vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas
eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no
tomaron consigo aceite; más las prudentes tomaron aceite en sus vasijas,
juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se
durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a
recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus
lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite;
porque nuestras lámparas se apagan. Más las prudentes respondieron diciendo:
Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y
comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el
esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la
puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor,
ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco”,
Mateo 25:1-12
Esta parábola de Jesús tiene dos sentidos: uno hacia el
pueblo judío, que era el pueblo elegido de Dios. Toda su historia debería ser
una preparación para la venida del Mesías. Lamentablemente, fue lo contrario,
cuando Cristo vino estaban tan desprevenidos que no se dieron cuenta que Jesús
era el Salvador y aún hoy lo siguen esperando. Es triste que muchos que no
creen aún, siguen excluidos del reino de Dios.
El otro sentido es más amplio y universal. Nos advierte que
hay cosas que no se pueden obtener en el último minuto. Cinco de las diez
vírgenes no estaban listas, entonces le piden a las otras que les presten
aceite pero no se puede. Algunas cosas no se pueden prestar: por ejemplo
nuestra relación con Dios, pues esta es íntima y personal; el carácter
cristiano tampoco se puede prestar porque ha sido fruto de la preparación
constante en el día a día; las acciones, el amor y la obediencia a Jesús
tampoco son transferibles, cada uno es responsable de su obediencia y de sus
acciones; la fe no se puede prestar pues todos tenemos una medida de fe que se
nos fue dada en el momento de la conversión y depende de nosotros mismos
desarrollarla, nadie la puede acrecentar por nosotros; y es más, no podemos
prestar nuestra propia vida cristiana porque cada uno somos responsables de lo
que decidimos hacer con ella, nadie la puede vivir por nosotros.
Debemos aprender a ser sensatos como las vírgenes que
estaban listas, entender que no podemos esperar para siempre ni demorarnos para
hacer lo que es más importante en esta vida antes que sea demasiado tarde: esto
es, la salvación por medio de Jesucristo; es algo que debemos adquirir por
nosotros mismos cuando tomamos una decisión personal e intransferible de creer,
recibir y aceptar a Cristo en nuestro corazón. Un día la puerta se cerrará y ya
no habrá más oportunidad para aquellos que han aplazado su salvación.
Debemos cuidar nuestra vida espiritual hasta el regreso de
Cristo, manteniendo la lámpara de su Espíritu encendida en nuestros corazones y
animar a los que no se arrepienten porque el Señor viene pronto. Esto comprende
el tiempo de la demora del esposo en la parábola. Cuando empezamos a cabecear
es porque nuestra vida espiritual está entrando en deterioro. Que el Señor nos
halle vigilantes, llenos de su amor y de su gracia. Oración.
"Gracias Señor por tu Palabra, dame la sabiduría para
entender que mi decisión por ti es lo más importante, te recibo en mi corazón
como mi Dios, mi Señor y mi Salvador y te pido que ocupes el trono de mi vida.
Las demás cosas son secundarias. Sólo tú das salvación y vida eterna. Mantén el
fuego de tu Espíritu en mi corazón. Amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario