El reposo en Cristo
“Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el
que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las
suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante
ejemplo de desobediencia.”, Hebreos 4:9-11
Dios prometió a Israel un reposo en la tierra de Canaán, la
Tierra Prometida, donde encontrarían paz, estabilidad y descanso de sus
enemigos. Haciendo el paralelismo con el nuevo pacto (nuevo testamento), a los
creyentes se les promete un reposo eterno en Cristo, que implica paz y descanso
para el alma. (Deuteronomio 12:9-10, Hebreos 4:1-3).
Sin embargo el reposo en Canaán estaba condicionado a la
obediencia y fe del pueblo de Israel. En contraste el reposo en Cristo requiere
fe en Él y su obra redentora. (Deuteronomio 28:1-2, Hebreos 4:2-3).
Pero hay algo que relaciona o tiene coincidencia perfecta
entre el pueblo de Israel y la generación actual frente al tema del reposo; la
incredulidad del pueblo de Israel les impidió entrar en el reposo prometido en
Canaán y la incredulidad también impide a las personas entrar en el reposo que
ofrece Cristo. (Hebreos 3:18-19, Hebreos 4:6-7)
Josué finalmente llevó al pueblo de Israel a entrar en la
Tierra Prometida, pero no logró el descanso completo. Jesús, en cambio, cuyo
nombre es el equivalente griego de Josué, provee un reposo perfecto y completo
para los creyentes. ( Josué 21:43-45, Hebreos 4:8-10)
Así como Cristo fue nuestro libertador, también es nuestro
reposo pues nos da descanso y victoria sobre nuestros enemigos: la carne, el
diablo y el mundo. Oración.
«Señor Jesús, en ti puedo descansar hoy mi Señor, porque
diste tu vida por mí y resucitaste para darme la victoria sobre los enemigos
del alma que me tenían atrapado al pecado y a una vida sin sentido. Gracias Padre,
por enviar a tu Hijo a buscarme. Amén
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