Compartir el amor de Cristo con el testimonio personal
“Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión
celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y
Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se
arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento.” Hechos 26:19-20
“Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de
la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían
huido. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos
estamos aquí. Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se
postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué
debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás
salvo, tú y tu casa.” Hechos 16:27-31
“Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba
que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo: Vuélvete a tu
casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando
por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.” Lucas 8:38-39
Pablo nos muestra con su ejemplo una manera muy poderosa de
compartir las buenas nuevas de salvación, y es por medio del testimonio
personal. El apóstol en varias ocasiones aprovechó las situaciones en las que
se encontraba y compartió su encuentro con Cristo resucitado, llevando así las
buenas noticias del evangelio aun a las más altas esferas de la sociedad
(Hechos 26:19-20); pero también en la cárcel su propia vida testificaba por él,
pues en la situación en la que se encontraba glorificaba a Dios orando y
cantando, por lo cual cuando tuvo oportunidad compartió al carcelero y a su
familia el mensaje de salvación. (Hechos 16:27-31). Y es que el testimonio
personal es tan importante, que Jesús nos enseña por medio de su Palabra a ir y
compartir las maravillas que Dios ha hecho en nuestras vidas con familiares y
amigos y aun con desconocidos como lo podemos ver en Lucas 8:38-39.
El apóstol Pablo se llegó a convertir en el más grande
evangelista, al llevar el mensaje del evangelio a los judíos y a los gentiles,
es decir a quienes no eran judíos, tanto en su época, como desde entonces hasta
la actualidad; pues por medio de las cartas que escribió inspirado por el
Espíritu Santo, hoy sigue alcanzando vidas para Cristo; pero de igual forma
aquel hombre que era conocido como el endemoniado gadareno fue un instrumento
del amor de Dios para alcanzar a las personas de su aldea y su región. Por eso
hermanos debemos motivarnos para que de la misma manera podamos ser usados como
instrumentos del amor de Cristo, pues el mismo Señor que rescató y restauró a
Pablo y al gadareno actúa también en nosotros los creyentes; por lo cual, sea
en una cárcel o en un palacio, comuniquemos las maravillas que Dios ha hecho en
nuestras vidas, compartiendo así el amor de Cristo. Oración.
«Señor Jesús gracias por todo lo que has hecho en mí, quiero
compartir tu gran amor. Amén.
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