De
perseguidor a perseguido. Parte 1
“y dijo: He
aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de
Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron
a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos
pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.”, Hechos
7:56-58
Pablo, antes
de su conversión, desde su juventud, persiguió desmedidamente y con gran
violencia a los seguidores de Cristo. Los encerraba en cárceles, habiendo
recibido poderes de los principales sacerdotes; dio su voto en contra de ellos
cuando los condenaban a muerte (Hechos 26:10-11).
Muchos, así
mismo, desde nuestra juventud, hemos perseguido al Señor, porque el que no está
con Él, está en su contra (Mateo 12:30); no hay un bando intermedio, ya que
nuestros pecados nos han causado daño a nosotros mismos y a aquellos por quien
también el Señor dio su vida en la cruz.
Perseguimos
al Señor, por ignorar la verdad, pero también cuando somos piedra de tropiezo
para que otros conozcan la buena noticia de salvación por medio de la fe en
Cristo, ya que dejamos de hacer la tarea que se nos encomendó; de una manera
pasiva o activa, perjudicamos la vida de otros, cometiendo pecado de omisión.
Teniendo las
riquezas de su gloria y amor, no las compartimos, ni vivimos conforme a la
gracia depositada en nosotros y al llamado que nos hace Cristo.
Así que,
pidamos en oración a Dios, que por las inagotables riquezas de su gloria,
seamos fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu, para que
Cristo se manifieste en nosotros y comprendamos cuán ancho, largo, alto y cuán
profundo es su amor, y empecemos a compartir de lo que recibimos, para pasar de
perseguidores a perseguidos por causa de manifestar la verdad de Dios. (Efesios
3:16-18). Oración.
«Padre, cuán
alejado estaba de ti, pero tú abriste el camino por medio de Cristo, para que
mi vida fuera rescatada y para tener una relación real e íntima contigo.
Fortaléceme
Señor para que cada día pueda crecer en el amor y conocimiento de Cristo y
llevar con toda diligencia tu mensaje a otros. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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