CARA A CARA
“Jesús le
dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén
adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que
sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora
es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu;
y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”, Juan 4:
21-24
El libro más
publicado y leído en toda la historia es la Biblia y habla de la relación del
Creador con nosotros, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Muestra la
intimidad que teníamos en un principio, cómo la perdimos y cómo la volvimos a
tener. En el Edén, Adán y Eva tenían una relación cara a cara con Dios,
caminaban juntos, hablaban y tenían una intimidad profunda. No se avergonzaban
de estar en su presencia, pero cuando pecaron llegó su vergüenza, sintieron
miedo y se escondieron de Él. El nivel más puro de comunión e intimidad había
sido arruinado por el pecado.
Después de
esto lo más cerca que podían llegar los seres humanos a Dios era a través de
ritos y ceremonias en lugares que Dios destinó para ese propósito, siguiendo la
ley de Moisés, primero en el tabernáculo y luego en el templo que construyó
Salomón. Pero nadie lo podía ver cara a cara, la imperfección de la humanidad
no podía estar delante de la santidad de Dios.
Sólo el
sacrificio perfecto de Jesús en la cruz, hizo que el velo del templo se rasgara
en dos, simbolizando que él restauraba nuevamente nuestra intimidad con nuestro
Dios Padre. Ahora podemos adorarlo en cualquier tiempo y lugar, como nos dice
Juan 4. Sin embargo, aún no lo podemos ver cara a cara, tal como sí pudieron
Adán y Eva antes de la caída.
La promesa
de que todas las cosas van a ser como al principio, se cumplirá con el regreso
de Cristo y podremos verlo. Lo podremos adorar, podremos hablarle y caminar
nuevamente a su lado. Como dice Apocalipsis 21:3 “Y oí una gran voz del cielo
que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con
ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”.
Que esta
promesa nos impulse a permanecer en su presencia, esperando el glorioso día de
su regreso. Oración.
"Señor
llena mi vida con esta promesa, un día podré verte cara a cara y disfrutar de
tu majestad y santidad. Jesús abrió el camino para llegar a la presencia del
Padre y ahora tengo la confianza para acercarme a tu trono de gracia y hablarte
sin temor. Gracias Jesús, ahora puedo entrar con valentía en el lugar santísimo
del cielo por tu sacrificio perfecto. Amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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