La plenitud
de nuestra vida en Cristo
“Mirad que
nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según
Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y
vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y
potestad”, Colosenses 2:8-10
En el presente
siglo se han levantado argumentos contrarios a las buenas nuevas de Salvación y
perdón de pecados por la fe en Cristo, que han influenciado pensamientos de
mentira en muchos hombres; que llevados por su carnalidad, expresada en una
rigurosa religiosidad, han tratado de permear el verdadero evangelio,
escondiendo el mensaje esencial y verdadero de Cristo, con el fin de limitar la
libertad que tenemos en Cristo (Gálatas 2), con cosas como “«¡No toques esto!
¡No pruebes eso! ¡No te acerques a aquello!», y demás prácticas y reglas
humanas que parecen ser buenas, pero que en nuestras fuerzas no podemos
cumplir, exigen una gran devoción, una religiosa abnegación y una severa
disciplina corporal, pero de nada sirven frente a los apetitos de la naturaleza
pecaminosa. (Colosenses 2:20-23)
Pero
claramente nos dice la escritura, en la más profunda y esencial doctrina que:
“la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen
en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante
la redención que es en Cristo Jesús,” (Romanos 3:22-24).
Si recibimos
a Jesús en nuestro corazón por fe, entonces hemos muerto con Cristo, y Él nos
ha rescatado de los poderes espirituales de este mundo y ya no somos condenados
(Romanos 8:1), porque hemos creído en el unigénito hijo de Dios, (Juan
3:17-18). El resultado de esto es que tenemos como herencia una vida de
plenitud en Cristo, estamos completos en Él, tenemos la fuerza y el poder de
Dios, por su Espíritu, para no estar sujetos al pecado, y para hacer morir en
nosotros todo lo terrenal y toda obra de la carne (Colosenses 3:4-5). Oración.
«Padre,
gracias por la vida completa que tengo por la fe en Cristo, porque el pecado ya
no tiene poder sobre mí y porque con la fuerza de tu Espíritu puedo hacer morir
todo el fruto de la carne en mi vida y ser guiado por tu Santo Espíritu; he
sido creado en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales tú preparaste
de antemano para que anduviera en ellas. Amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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