Victoria
sobre el día sombrío
Oración.
«Padre
Amado, gracias porque tu Palabra es alimento a mi espíritu y contemplo con
asombro cada detalle de tu grandeza, tú tienes el control de todo, no falta
ningún detalle a tus designios, y se regocija mi corazón al recordar la
perfecta obra de salvación, no hubo ni piedra, ni tumba que te retuviera para
darnos la victoria sobre el pecado. Gracias mi Señor Jesús. Amén.»
“José de
Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios,
vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se
sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó
si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, el
cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un
sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada
del sepulcro”. Marcos 15:43-46
Los
evangelios registran como un hecho importante la sepultura del cuerpo de Jesús,
pues tiene especial valor en la obra de la redención. El entierro de Jesús se
llevó a cabo con mucha prisa, porque era viernes ya casi oscurecía y el día
siguiente era de reposo donde no se podía hacer nada, pues se llevó a cabo con
unos pocos discípulos, las mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea hasta
Jerusalén, y además la guardia romana. Estos detalles expusieron la
autenticidad de su resurrección, porque los cuerpos de los crucificados iban a
fosas comunes o tal vez tirados en el Gólgota para ser comidos por las fieras y
por ello seguramente se llamaba “lugar de la Calavera”.
José de
Arimatea, «miembro noble del concilio», discípulo de Jesús en secreto, con una
valentía que sólo Dios puede proveer, solicitó a Pilato el cuerpo de Jesús,
para darle sepultura, pues él tenía un sepulcro nuevo cerca del lugar en donde
Jesús había sido crucificado, pues Dios arregló todos los detalles para que
Jesús fuera sepultado dignamente.
Al día
siguiente, sábado día de reposo para los judíos, es un día lúgubre, el Maestro
está en el sepulcro y pareciese que venció el mal sobre el bien, la muerte
sobre la vida, los designios del hombre sobre la voluntad de Dios, por tanto,
la tristeza, la angustia y el temor se materializaron en los discípulos y todos
los interrogantes quedaron sin respuesta.
Tal vez hoy
estés viviendo como aquel sábado sombrío, en angustia, sin esperanza, en
derrota total, sin respuestas a tu bancarrota, pero recuerda, Jesús no se quedó
allí, la inmensa piedra fue removida y Él resucitó con gran poder para darnos
la entrada al cielo, el perdón de los pecados y propósitos para vivir en
victoria. Dispón tu vida y dile a Jesús: Hoy te abro mi corazón y te recibo
como mi Señor y mi único Salvador, toma el control de mi vida, hazme la persona
que tú quieres que yo sea y escribe mi nombre en el libro de la vida. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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