QUE SE ABRA EL CIELO. PARTE 2
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto,
para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y
cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo
de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo:
Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre
el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque
escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te
sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito
está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un
monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y
le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo:
Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo
servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”,
Mateo 4:1-11
Después de que se abrieron los cielos, el Espíritu Santo
descendió en forma visible sobre Jesús y dice la Escritura que fue llevado por
Él al desierto, para ser tentado. Jesús había aprobado su primer examen de
aceptar el llamamiento de venir al mundo a morir por los pecados de la
humanidad, pero ahora es sometido al segundo examen: la tentación.
El mismo Espíritu que había visto en la visión de su
bautismo lo condujo a un lugar solitario, donde le tocó enfrentar varias
situaciones y el ataque del enemigo. Y es que Jesús también se identifica con
nosotros en esto, ya que quizás muchos ya hemos pasado el primer examen de
aceptar el llamado de Dios para servirle, pero la segunda etapa es la que nos
prepara para cumplir a cabalidad la voluntad de Dios. Hemos sido puestos en un
desierto, el mundo en que vivimos, donde todas las fuerzas del enemigo se unen
para confrontarnos cuando tomamos la decisión de apartarnos y consagrarnos a
Dios.
Jesús fue tentado con todo lo que el mundo ofrece, los
deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, pero el
Espíritu Santo lo fortaleció para resistir la tentación, lleno de su plenitud
usó la Palabra de Dios frente a Satanás y triunfó. Esta victoria de Jesús sobre
el enemigo perduró a través de todo su ministerio, cuando lo vemos actuar a
través de los evangelios: sanando enfermos, echando fuera demonios, rescatando
las almas aprisionadas por el enemigo y dando libertad por la predicación de la
Palabra.
Jesús no luchó solo, fue tentado constantemente hasta el
Getsemaní antes de ir a la cruz, pero lo soportó todo porque todos los poderes
del cielo estaban de su lado por el Espíritu Santo. Como hijos, esos poderes
también están a nuestro favor, aunque sean invisibles. Es nuestra tarea
permanecer llenos y controlados por el Espíritu, quien nos fortalecerá y junto
con la tentación nos dará la salida.
Ahora el turno es para nosotros, debemos seguir su
ministerio entendiendo que seguiremos siendo tentados hasta el regreso de
Cristo, en este mundo, pero también tenemos el más grande poder obrando a
través de nosotros. Fuimos bautizados por Jesús con el Espíritu Santo;
alentémonos porque nuestro corazón es su morada y nunca estaremos solos para
afrontar las situaciones diarias. Oración.
"Amado Dios, gracias porque no me has dado espíritu de
cobardía, sino de poder, amor y dominio propio para resistir la tentación.
Gracias por la fortaleza que me das por tu Santo Espíritu, para batallar cada
día en el desierto de este mundo y afrontar los ataques del enemigo. Lléname de
tu presencia para salir victorioso cada día. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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