JESÚS SACIA NUESTRA HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba
consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí
una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y
poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el
vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el
espíritu.”, Juan 19:28-30
“Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena
voluntad; Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia, Por la verdad de tu
salvación, escúchame. Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado
de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas. No me anegue la
corriente de las aguas, Ni me trague el abismo, Ni el pozo cierre sobre mí su
boca. Respóndeme Jehová, porque benigna es tu misericordia; Mírame conforme a
la multitud de tus piedades. No escondas de tu siervo tu rostro, Porque estoy
angustiado; apresúrate, óyeme. Acércate a mi alma, redímela; Líbrame a causa de
mis enemigos. Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio; Delante de ti
están todos mis adversarios. El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy
acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; Y consoladores, y
ninguno hallé. Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a
beber vinagre.”, Salmo 69: 13-21
Las palabras del salmista en el versículo 21 y que más tarde
fueron pronunciadas por el Señor Jesús en la cruz, hacen suponer que el
salmista está compartiendo en el espíritu el sentimiento de abandono que el
Señor Jesús le expresaría a su Padre durante su suplicio; donde su naturaleza
humana quedó a merced del mundo, pues en el momento en que Él cargó con todas
nuestras faltas también experimentó el dolor de la humanidad que permanecía
esclava del pecado y de esta manera se compadeció de nuestra condición y
cumplió el propósito para el cual había sido enviado.
Cuando nosotros tenemos un problema que consideramos grave,
llegamos a experimentar ese sentimiento de abandono extremo, no percibimos la
presencia de Dios, porque el dolor opaca nuestra esperanza y sólo puede ser
superado con la certeza de que Él ha derramado su amor y compasión sobre
nosotros por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Para que nuestra hambre y sed de justicia no se conforme a
lo que el mundo ofrece (hiel y vinagre) busquemos calmarla en Aquel que puede
hacer que de nuestro desierto interior broten manantiales de agua viva para
esperanza nuestra y de quienes nos rodean, incluso de los que nos han hecho mal
y de quienes hemos esperado lo que sólo Dios puede darnos. Sólo Dios puede
calmar mi hambre y mi sed de justicia.
Declaramos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que
descansamos en su amor y que en Él está nuestra justicia, porque todas nuestras
fatigas y angustias las llevó a la cruz.
Oración.
"Padre Dios, aquí ante tu presencia traemos nuestro
sufrimiento, dolor y angustia; ya no soportamos tanta injusticia a nuestro
alrededor, pues lo que el mundo ofrece no es más que fruto de maldad.
Declaramos que toda necesidad de nuestro hogar es satisfecha porque sólo en ti
tenemos puesta toda nuestra confianza y toda nuestra esperanza. Gracias por
saciar nuestra hambre y sed de justicia. Te oramos en el nombre del Señor
Jesucristo y en el poder y la unción de tu Santo Espíritu. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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