DIOS OBRA A SU MANERA
“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros
la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, Filipenses 1:6
“Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para
mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y
alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de
Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos,
¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le
acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna
gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: ¿Lávate, y serás limpio? El
entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la
palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y
quedó limpio”, 2 Reyes 5:11-14
Una de las promesas más alentadoras del Señor es esta. Dios
empieza su obra en nosotros desde el momento en que le conocemos, trabaja
silenciosamente y lo hace a su manera, pues sus propósitos son eternos. Quizás
no lo entendamos y no lo visualizamos en este momento, porque Dios ve más allá
de nuestro presente. De pronto nos desanimamos al ver que las cosas no cambian
como quisiéramos y vemos que nuestra naturaleza de pecado batalla cada día con
el anhelo de ser mejores para el Señor, es allí donde intentamos ayudar a Dios
a resolver las situaciones de la vida y nos equivocamos.
Tenemos que entender que su obra de gracia será
perfeccionada totalmente hasta el día de Jesucristo en su manifestación
gloriosa. Debemos estar seguros y confiados en lo que ha prometido, Él
perfeccionará y completará su obra en cada uno de nosotros. Mientras esperamos
su regreso nos corresponde caminar en fe, en obediencia y santidad a pesar de
nuestras flaquezas. Dios quiere corazones dispuestos, que se dejen moldear por
su Espíritu, que dependan cada día de Él para poder hacer su voluntad. Por eso
Jesús decía en Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer”.
Su método es el correcto. Pensemos un poco en Naamán, que
para ser transformado y limpiado tuvo que hacer las cosas a la manera de Dios y
no como él creía, tuvo que sumergirse siete veces en el Jordán para dejar ahí
su orgullo, su autoridad, su autosuficiencia, su desconfianza, su
desobediencia, su enfermedad y hasta su enojo por tener que hacer las cosas
como el profeta le pidió. Y es que a veces somos iguales, siempre razonamos
cuando Dios nos pide actuar conforme a su voluntad, de acuerdo con sus
principios y manifestaciones sobrenaturales. Dudamos porque no entendemos que
sus caminos y pensamientos son mejores que los nuestros. Hoy el Señor nos hace
un llamado a rendir nuestra voluntad a Él, a creer en su Palabra y hacer
conforme a ella.
Sumerjámonos cada día en su presencia para que cambie
nuestro corazón y pueda operar la sanidad que necesitamos interiormente.
Dejémoslo obrar a su manera, mientras vivamos en comunión con Él. Oración.
"Amado Dios, gracias por tu amor incondicional, por
amarme a pesar de lo que soy, gracias por la buena obra que estás haciendo en
mí, quiero sumergirme cada día en tu presencia para que me sanes, me
transformes y me santifiques. Espero con anhelo sincero el día de tu
manifestación gloriosa, donde esta naturaleza terrenal será totalmente
perfeccionada para ti. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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