Toda autoridad
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Mateo 28:18
Antes de que Cristo presentara la Gran Comisión, de hacer
"discípulos a todas las naciones", había establecido su autoridad
divina para darla. De otro modo, habría parecido imposible de cumplir la orden.
Mientras los discípulos siguieron a Jesús durante tres años y
medio, aprendieron mucho de su autoridad. Les mostró que tenía autoridad sobre
la enfermedad (Mt. 4:23) y la muerte (Jn. 11:43-44). Él les dio a sus
discípulos el mismo poder que Él tenía para vencer a la enfermedad y a los
demonios (Mt. 10:1). Estableció que tenía la autoridad de perdonar pecados (Mt.
9:6) y de juzgar a todos los hombres (Jn. 5:25-29). Y probó que tenía la
autoridad de dar su vida y volver a tomarla (Jn. 10:18).
La sumisión a esa absoluta autoridad de Cristo no es una
opción; es su obligación suprema. Una alternativa
No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente.
Romanos 1:16
Antes de que Dios enviara a su Hijo a la tierra, el plan de
Dios era salvar al mundo por medio de Israel; pero Israel fue incrédulo. Se
describe su incredulidad en una parábola acerca de un rey que preparó una
fiesta de bodas para su hijo y llamó a los convidados (Israel). Cuando los
invitados no quisieron ir, algunos por indiferencia y otros por enemistad, el
rey dijo a sus siervos: "Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad
a las bodas a cuantos halléis" (Mt. 22:9). Jesús empleó esa parábola para
describir a los israelitas apóstatas, que rechazaron a su Mesías y se perdieron
la fiesta planificada para ellos.
Entonces Dios hizo la invitación a otro grup los gentiles.
Dios escogió a un pequeño grupo de personas reunidas en un monte de Galilea y a
otro grupo de discípulos en Jerusalén para evangelizar al mundo perdido. Por
medio de ellos haría la obra que la nación de Israel se había negado a hacer, y
a nosotros se nos llama a continuar esa obra.
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