Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis
como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente. (Efesios 4:17)
En los primeros versículos del capítulo cuatro de Efesios, el
apóstol ha estado refiriéndose a la naturaleza de la iglesia y el papel que
tiene que representar cada cristiano respecto a su funcionamiento y
crecimiento. Pero ahora, al llegar al versículo 17, se vuelve hacia el
cristiano en relación al mundo incrédulo. Aunque este relato fue escrito hace
casi dos mil años, es imposible leerlo reflexivamente sin darnos cuenta de que
el mundo hoy es exactamente lo mismo y la reacción del cristiano frente a él debe
de ser la misma.
Él nos dice: “Vosotros (los cristianos) no podéis seguir
viviendo como lo hacen los gentiles, en cuanto a lo vano de su manera de
pensar”. Pablo está diciendo: “El lugar en el que empezar a vivir como un
cristiano es reconocer que es preciso que piense usted de una manera diferente
a como lo hace el mundo”. No comienza con acciones, sino con lo que se refiere
a la vida del pensamiento, con la mente, declarando que la manera de pensar del
mundo es vacía. Esta es la apelación vital que hace a los cristianos: “Vosotros
no debéis de pensar igual que lo hacen las personas mundanas; no debéis de
adoptar la filosofía del mundo respecto a la manera de vivir ni seguir el
sistema de valores del mundo”. ¿Por qué? “Porque la persona mundana”, sigue
diciendo, “vive de una manera vana, con una mente vacía”.
La palabra vanidad significa “falto de propósito o de lo que
es apropiado”, además de insubstancial. Si esto es verdad, puede usted darse
cuenta de por qué existe semejante división fundamental entre el cristianismo y
el mundo, y por qué el Señor Jesús marcó una línea distintiva de demarcación
entre el mundo y el cristiano en lo que se refiere a la manera de pensar, la
dirección y el destino. Es por ello que las Escrituras nos dicen que el cristiano
no puede amar al mundo y al Padre al mismo tiempo (1 Juan 2:15). Existe una
diferencia fundamental entre los dos, y es debido a ello que “la amistad del
mundo”, según palabras de Santiago, “es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4).
Las personas caídas se precian de su habilidad para razonar.
Consideramos esto la más elevada función de la humanidad, y nos sentimos muy
orgullosos de la capacidad humana para descubrir conocimientos y para reunir
varios detalles del conocimiento con el fin de producir diferentes cosas
prácticas. Nos referimos con orgullo a la perfección tecnológica de nuestros
desarrollos modernos, a los conocimientos mediante los cuales la ciencia ha
aprovechado las fuerzas de la naturaleza para ponerlas al servicio de la
humanidad. Los humanos ensalzan su razón, pero a los ojos de Dios el
razonamiento humano resulta vacío y vano.
Pero fíjese usted cómo el apóstol hace que los cristianos se
encuentren cara a cara con un tema fundamental. Una de dos: o Dios tiene la
razón o la tiene el mundo; no pueden tenerla los dos. Es preciso que los
cristianos escojan sobre qué base van a vivir sus vidas. Aquellos que decidan
seguir a Cristo deberán estar dispuestos a cambiar su manera de pensar. Cuando
se convierte usted en cristiano, este es el primer concepto con el que se
enfrenta. Debe estar dispuesto a cambiar toda su perspectiva fundamental para
que sea drásticamente alterada. El cristianismo no es sencillamente un cambio
en las acciones exteriores, ni alcanzar un nivel moral o ético un poco más elevado.
El cristianismo es un cambio revolucionario de gobierno que produce como
resultado el cambio radical del comportamiento.
Señor, cambia mi manera de pensar, porque el crecimiento y el
cambio comienzan ahí. Enséñame a pensar no de acuerdo con mis propios instintos
humanos, sino con la verdad tal y como la revela Tu Palabra.
Aplicación a la vida
El mundo se enorgullece en lo que se refiere a incrementar
sus conocimientos aparte de Dios. Puesto que el razonamiento humano aparte de
Dios es vacío y vano, ¿necesitamos nosotros cambiar nuestra perspectiva
respecto a la vida?
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