Salmo 91.1-16
El miedo se introduce en nuestra vida y nos envuelve el
corazón y la mente. Esto puede suceder tan sutilmente que no detectemos cómo ha
afectado la ansiedad nuestra toma de decisiones, salud y espíritu. Al final,
muchas personas pierden lo mejor de Dios, porque el temor les impide caminar
por fe para hacer su voluntad.
El temor puede parecer poco importante al principio, pero si
no se controla comienza a interferir en nuestra vida. Físicamente, podemos
experimentar la tensión que nos impide relajarnos y disfrutar de los placeres
del día. La ansiedad constante puede ocasionar problemas de salud. Nuestra
mente puede ser nublada por el miedo, lo cual puede limitar lo que estamos
dispuestos a pensar y considerar. Si eso sucede, nuestra creatividad y nuestros
sueños serán sofocados.
Pero la parálisis mental que acompaña a menudo al temor
incontrolado es muy peligrosa para nuestra vida espiritual. A menos que se
confíe a Dios, un solo temor puede dominarnos fácilmente, tiñendo nuestra
actitud con una sensación general de inquietud. Nos volvemos indecisos,
angustiados al pensar que tomaremos una decisión equivocada. Somos, pues,
atrapados tratando de evitar cualquier cosa que pueda ponernos ansiosos. Por
tanto, dejamos de crecer como cristianos, y tenemos tropiezos en nuestra vida
laboral y familiar.
Si usted se deja paralizar por la ansiedad, no puede
depositar toda su confianza en Dios y seguirle con entusiasmo. Haga una
evaluación honesta de su vida, y pídale al Señor que le muestre las áreas en
las cuales el temor le está limitando.
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