domingo, 5 de marzo de 2017

Proverbios 16.9

A nadie le gusta esperar, pues esperar nos demuestra que no llevamos las riendas de nuestra vida. Alguien o algo es quien está al mando. Aunque es posible que no podamos identificar la causa inmediata de la espera —como sucede con un semáforo o una larga fila para pagar— el Único que en el fondo controla nuestra espera es el Señor. Puesto que Él es soberano, sobre todo, en el cielo y en la Tierra, aun nuestro tiempo y nuestra agenda están en sus manos.

Esto significa que en cada espera estamos, en realidad, esperando a Dios de una forma u otra. Es posible que usted haya pensado que la expresión “esperar en el Señor” se aplica solo a quienes buscan dirección de Él o respuesta a una oración. Pero puede significar mucho más cuando recordamos que Él tiene control de todas nuestras circunstancias.

Aprender a esperar es de vital importancia, porque hasta que aprendamos a hacerlo nunca seremos capaces de andar en obediencia a Dios, tener una vida de oración auténtica, o experimentar la paz del descansar en la dulce soberanía de Él. Tenemos que aprender a confiar en su sabiduría, no solo en los acontecimientos importantes de nuestra vida, sino también en los triviales que nos causan malestar e impaciencia. Si somos sensibles a la dirección de Dios, cada espera tiene una lección.


La próxima vez que usted enfrente una espera indeseada, recuerde que Dios quiere enseñarle paciencia e incrementar su fe. El Señor está más interesado en desarrollar en nosotros un carácter santo, que en permitir que la agenda que tenemos se cumpla conforme a nuestros planes.

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