2 Timoteo 4.1-5
Casi todo el mundo en nuestra sociedad tiene fácil acceso a
una Biblia, pero este importante libro muchas veces es dejado en el estante
acumulando polvo. Si las personas comprendieran su valor real, apreciarían la
Palabra de Dios más que todas las demás cosas en el mundo.
Toda la Biblia ha sido inspirada por el Espíritu Santo, y
aunque utilizó hombres para escribir las palabras, cada pensamiento tuvo su
origen en Dios mismo (2 P 1.20, 21).
Pensemos en lo mucho que valoramos las cartas que hemos
recibido de las personas que amamos. Nuestro aprecio por las Sagradas
Escrituras debe ser aún mayor. El Creador del universo, el Dios que tiene la
eternidad en su mano, puso por escrito toda la verdad que necesitan sus hijos
para vivir con plenitud y gozo, antes y después de la muerte (2 P 1.3). Dios se
revela a sí mismo por su Palabra, que es viva y poderosa para transformar
nuestra vida (He 4.12).
Además, Romanos 10.17 dice por qué es importante que amemos
la Biblia: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Es
decir, la Palabra de Dios es el medio por el cual es posible la fe salvadora.
¿Cómo es posible que un libro como éste nos resulte tan poco
interesante? ¿Tan poco apreciado? Es vital que nos demos cuenta de la
preeminencia de su autor, el Señor, y de la manera en que puede impactar
nuestra vida. Piense en la última vez que vio una Biblia. ¿Cuál fue su
reacción? ¿Tocó sus páginas con respeto reverente, o apenas le dio una mirada?
La próxima vez que abra este precioso libro, lea sus palabras, saboree su
significado, y pídale a Dios que aplique las lecciones de la Biblia a su vida.
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