Orar por quienes nos persiguen
“Pero yo os
digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a
los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” Mateo
5:44
El amor es
la mayor de todas las virtudes, puesto que como dice 1 Corintios 13:1-3 podemos
hacer muchas cosas grandes, buenas y justas, pero si las hacemos sin amor de
nada nos sirve y nada somos. De modo que, cuando leemos en la Palabra de Dios
que oremos por quienes nos ultrajan y nos persiguen, debe ser una oración de
amor.
Verdaderamente,
el hecho de ser perseguidos no es para nada agradable y a primera reacción
tampoco lo son quienes nos ultrajan, pues realmente no estamos recibiendo un
trato bueno, justo o digno. Sin embargo, debemos comprender que como hijos de
Dios, estamos llamados a ser perfectos como lo es nuestro Padre que está en los
cielos, quien como dice su Palabra en Mateo 5:45, hace salir el sol sobre
buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos.
Un principio
que debemos tener claro para salir victorioso en esta y todas las situaciones
de la vida, es que nuestro enfoque no tiene que estar puesto en nosotros
mismos, es decir, en nuestra propia satisfacción, agrado o pensamiento, sino
que indiscutiblemente nuestra mirada debe estar puesta en Cristo, en su obra,
su propósito y su voluntad. Ciertamente los planes y pensamientos de Dios son
mucho más altos que los nuestros, y nuestra tarea es aprender a confiar en su
deidad, sabiduría y autoridad.
Y si
realmente somos entendidos, conocemos que quien nos ofende, desprecia o nos
hace algún daño, es alguien que necesita mucho de Dios, pues sus acciones
denotan un total desconocimiento de la verdad y un gran faltante de amor. Así
que, viendo el ejemplo de nuestro Señor Jesús en la cruz, que nuestra reacción
cuando seamos ultrajados o perseguidos, sea una sincera y amorosa oración que
diga “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34). Oración.
«Bendito
Dios, quiero ser como Tú; anhelo imitarte en todo, en tu manera de ver, pensar,
sentir y actuar; gracias porque no solo me lo enseñas de manera teórica, sino
que es un aprendizaje donde me permites experimentar en mi vida cada enseñanza
que me das; gracias porque haces de tu verdad una realidad, por Jesucristo mi
Señor, amén.
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