Ofrenda y
sacrificio a Dios
“Sed, pues,
imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos
amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor
fragante.” Efesios 5:1-2
Pasa por
nuestra mente de manera constante la intención de agradar a Dios, y muchas
veces en esta búsqueda intelectual de poder lograrlo, vienen a nuestra mente
ideas como: presentar ofrendas fruto de nuestro esfuerzo, abstenernos de
algunas cosas o alimentos o quizás dar un duro trato a nuestro cuerpo, pues
creemos que, con estos sacrificios, Dios se agradará y nos aprobará. Sin
embargo, como dice Colosenses 2:23 y hebreos 13:9, aunque esto puede parecer
sabio y humilde, realmente en nada nos beneficia. No obstante, es necesario
decir que el Señor sí pide ofrendas y sacrificios de nuestra parte, pero son
totalmente contrarios a los que nosotros pensamos.
De un lado,
nosotros nos concentramos en nuestros propios esfuerzos, en realizar de manera
esforzada e independiente actos que pensamos pueden ser sabios y de agrado para
Dios. Pero, por otro lado, tenemos el pensamiento de Dios, que nos dice que nos
concentremos en Cristo, que nos arraiguemos en nuestra identidad de hijos de
Dios y que así como hijos amados, obremos por amor. La verdad es que Dios nos
ama y por medio del sacrificio de Jesucristo somos aceptados delante de Él,
entonces lo que Dios ahora nos pide es que de la misma manera en que Cristo nos
amó y se entregó él mismo por nosotros, nosotros también en amor nos
entreguemos por completo a Él.
Básicamente
esos sacrificios y ofrendas que Dios quiere que por medio de Jesucristo le
presentemos, es nuestra propia vida en adoración a Él, unos labios que
confiesan su nombre y en general un cuerpo que presente cada uno de sus
miembros ya no para el pecado, sino ahora para servirlo y alabarlo (Romanos
12:1, hebreos 13:15, Romanos 6:13). Así que, queridos hermanos, esforcémonos,
pero por permanecer en Cristo, para que arraigados y cimentados en amor,
agrademos a Dios siguiendo su voluntad. Oración.
«Padre,
realmente no hay nada que yo pueda hacer para merecer tu amor, sino que, ha
sido Cristo quien todo lo hizo, y hoy te alabo y te bendigo porque gracias a tu
favor inmerecido a través de Él, puedo estar aquí delante de ti presentando mi
vida en servicio y adoración como ofrenda y sacrificio a ti, mi Dios, amén.
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