Entrada
triunfal
“Y lo
trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a
Jesús encima. Y a su paso tendían sus mantos por el camino. Cuando llegaban ya
cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que
habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz
en el cielo, ¡y gloria en las alturas!” Lucas 19:35-38
Existe un
momento en nuestra vida donde le abrimos la puerta de nuestro corazón a Jesús y
como dice Apocalipsis 3:20, Él entra a tener comunión con nosotros. Sin
embargo, puede pasar que para muchos sea como para aquellos en la entrada
triunfal de Jesús en Jerusalén, que mientras duró el momento y la emoción le
adoraron y le exaltaron, pero horas, días o quizá meses después, con sus
acciones lo están negando. Y definitivamente esta no es la voluntad del Señor,
sino que Dios quiere reinar en nuestro corazón.
Pero para
que esto sea posible y sea Jesús el Rey de nuestra vida, es necesario que
primero sea destronado de nuestro corazón todo aquello que no va de acuerdo con
la voluntad de Dios, tal como lo expresa Gálatas 2:20 cuando dice “Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí.”. Sin embargo, esto es un hecho que solo puede
suceder cuando le cedemos el control y la autoridad de nuestra alma al Espíritu
de Dios, que vino a morar en nosotros desde que recibimos a Jesús como nuestro
Señor y salvador (Efesios 1:13).
Ciertamente,
el Señor Jesús quiere tener una entrada triunfal en nuestra vida, una entrada
donde Él tome el trono de nuestro corazón y pasemos de ser egocéntricos a ser
Cristocéntricos. Y definitivamente es un triunfo donde los más beneficiados
somos aquellos que lo permitimos, pues dice su Palabra que habitando Cristo por
la fe en nuestros corazones, conoceremos su amor que excede a todo conocimiento
y seremos llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:17,19). Oración.
«Bendito
Jesús, gracias por amarme tanto y entregar tu vida por mí en esa cruz; mi mayor
anhelo también es renunciar a mi propia vida para que seas tú quien vivas y
reines en mí, pues dice tu palabra que aquel que pierda su vida por causa de ti
la salvará. Gracias por perdonar mis pecados y darme la vida eterna, amén.
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