El reino de
los cielos
“Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así,
¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues,
diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los
gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” Mateo 6:30-33.
El dinero y
las posesiones materiales son permitidas y aprobadas por Dios, puesto que, al
ser habitantes de la tierra, como dice la escritura, tenemos necesidad de todas
estas cosas. Lo que definitivamente no es la voluntad de Dios, es que seamos
esclavos de las riquezas poniendo nuestro corazón en ellas (Mateo 6:19-21, 24).
Y la clave para que esto no suceda se encuentra en nuestra fe.
La fe, que
viene como resultado de escuchar la Palabra de Dios (Romanos 10:17) nos
mantendrá siempre en el equilibrio en que debemos estar. Porque cuando
contrariamente a ser hombres de poca fe, perseveramos en el conocimiento de
Dios por medio de su Palabra, entonces, entendemos y creemos que tenemos un
Padre celestial, quien es Dios todopoderoso y bueno, capaz y además interesado
en proveernos para cada necesidad. Pero, asimismo también seremos entendidos de
que la voluntad de Dios para nosotros no es que nos enfoquemos en obtener lo
que algún día se acabará, es decir, todo lo material que podamos conseguir o
atesorar en la tierra, sino que realmente lo que Dios quiere, es que entendamos
que hemos sido puestos en este mundo y en un cuerpo físico sólo de manera
temporal y con un propósito específico.
Propósito
que se enmarca en el único reino que es eterno, el reino de Dios o reino de los
cielos; donde el Rey y Señor es nuestro Salvador Jesucristo, y lo que Él quiere
y manda es que nosotros, los que ahora somos participantes de su reino habiendo
sido liberados de la potestad de las tinieblas por la fe en Él, vayamos y
prediquemos su evangelio de salvación en todo lugar y a toda persona. Por lo
que, queridos hermanos, debemos comprender que más allá del objetivo material
que tenemos en el rol, actividad o labor que desempeñemos, en el lugar que
estemos o con las personas que nos relacionemos, nos debemos a un propósito
espiritual y eterno, y es, extender el reino de los cielos. Oración.
«Padre
bueno, gracias por llevarme a un conocimiento más amplio y profundo de tu
verdad y del propósito que tienes con mi vida. Gracias por hacerme partícipe de
tu reino y porque me has dado el mandato y privilegio de extenderlo; gracias
porque cuando lo hago, me permites ver y experimentar tu amor y tu gracia
supliendo todas mis necesidades, por Jesucristo mi Señor, amén.
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